Página 136 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
La abnegación y la cruz son nuestra porción. ¿Las aceptaremos?
Ninguno de nosotros necesita esperar que cuando vengan sobre
nosotros las grandes pruebas finales se desarrollará un espíritu ab-
negado y patriótico en un momento porque lo necesitamos. No, en
verdad. Este espíritu debe fusionarse con nuestra experiencia diaria,
e infundirse en la mente y el corazón de nuestros hijos, tanto por
los preceptos como por el ejemplo. Las madres de Israel pueden no
ser guerreras ellas mismas, pero pueden criar guerreros que se ciñan
toda la armadura y peleen virilmente las batallas del Señor.
Los ministros y el pueblo necesitan el poder convertidor y la
gracia antes que puedan subsistir en el día del Señor. El mundo está
aproximándose rápidamente a ese grado de iniquidad y deprava-
ción humanas que harán necesaria la intervención de Dios. Y en
ese tiempo los que profesan seguirle deben ser tanto más notados
por su fidelidad a su santa ley. Su oración debe ser como la de Da-
vid: “Tiempo es de hacer, oh Jehová; disipado han tu ley”.
Salmos
119:126
. Por su conducta dirán: “Por eso he amado tus mandamien-
tos más que el oro, y más que oro muy puro”.
Salmos 119:127
. El
mismo desprecio que se manifiesta hacia la ley de Dios es suficiente
razón para que los que observan sus mandamientos se adelanten y
muestren su estima y reverencia por su ley pisoteada.
“Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se
enfriará”.
Mateo 24:12
. La misma atmósfera está contaminada de
pecado. Pronto los hijos de Dios serán probados por intensas pruebas,
y muchos de los que ahora parecen ser sinceros y fieles resultarán ser
vil metal. En vez de ser fortalecidos y confirmados por la oposición,
las amenazas y los ultrajes, se pondrán cobardemente del lado de
los opositores. La promesa es: “Yo honraré a los que me honran”.
1 Samuel 2:30
. ¿Estaremos menos firmemente ligados a la ley de
Dios porque el mundo en general haya tratado de anularla?
Ya los juicios de Dios están en la tierra, según se ven en tempes-
tades, inundaciones, tormentas, terremotos, peligros por tierra y mar.
El gran Yo Soy está hablando a los que anulan su ley. Cuando la ira
de Dios se derrame sobre la tierra, ¿quién podrá subsistir? Ahora es
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cuando los hijos de Dios deben mostrarse fieles a los buenos princi-
pios. Cuando la religión de Cristo sea más despreciada, cuando su
ley sea más menoscabada, entonces deberá ser más ardiente nuestro
celo, y nuestro valor y firmeza más inquebrantables. El permanecer