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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
envió mensajes de aliento, declarando que le libraría del cautiverio y
le devolvería su favor. Esto era lo que Satanás quería resueltamente
impedir. Un remanente de Israel había vuelto ya a su patria, y Sata-
nás estaba tratando de inducir a las naciones paganas, que eran sus
agentes, a destruirlo completamente.
Mientras Josué suplica humildemente que Dios cumpla sus pro-
mesas, Satanás se levanta osadamente para resistirle. Señala las
transgresiones de los hijos de Israel como razón por la cual no se les
podía devolver el favor de Dios. Los pide como su presa y exige que
le sean entregados para ser destruídos.
El sumo sacerdote no puede defenderse a sí mismo ni a su pueblo
de las acusaciones de Satanás. No sostiene que Israel esté libre de
culpas. En sus andrajos sucios, que simbolizan los pecados del
pueblo, que él lleva como su representante, está delante del ángel,
confesando su culpa, señalando, sin embargo, su arrepentimiento y
humillación, fiando en la misericordia de un Redentor que perdona
el pecado; y con fe se aferra a las promesas de Dios.
Entonces el ángel, que es Cristo mismo, el Salvador de los peca-
dores, hace callar al acusador de su pueblo, declarando: “Jehová te
reprenda, oh Satán; Jehová, que ha escogido a Jerusalén, te reprenda.
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¿No es éste tizón arrebatado del incendio?”
Zacarías 3:2
. Israel había
estado durante largo tiempo en el horno de la aflicción. A causa de
sus pecados, había sido casi completamente consumido en la llama
encendida por Satanás y sus agentes para destruirlo; pero Dios había
intervenido ahora para librarle. El compasivo Salvador no dejará a
su pueblo penitente y humillado, bajo el cruel poder de los paganos.
“No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare”.
Isaías 42:3
.
Al ser aceptada la intercesión de Josué, se da la orden: “Quitadle
esas vestimentas viles”, y a Josué el ángel declara: “Mira que he
hecho pasar tu pecado de ti, y te he hecho vestir de ropas de gala”. “Y
pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y vistiéronle de ropas”.
Zacarías 3:4, 5
. Sus propios pecados y los de su pueblo fueron
perdonados. Israel había de ser revestido con “ropas de gala” -la
justicia de Cristo que le era imputada. La mitra, puesta sobre la
cabeza de Josué, era como la que llevaban los sacerdotes, con la
inscripción: “Santidad a Jehová”, lo cual significaba que a pesar