Página 686 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
hay misterios que ocultan su gloria; misterios que sobrepujan la
mente en sus investigaciones, aunque inspiran reverencia y fe en el
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que busca sinceramente la verdad. Cuanto más se escudriña la Biblia,
tanto más profunda se vuelve la convicción de que es la Palabra del
Dios viviente, y la razón humana se inclina ante la majestad de la
revelación divina.
Son bendecidos con la luz más clara los que están dispuestos a
aceptar los oráculos vivientes por la autoridad de Dios. Si se les pide
que expliquen ciertas declaraciones sólo pueden contestar: “Así se
presenta el asunto en las Escrituras”. Están obligados a reconocer que
no pueden explicar la operación del poder divino ni la manifestación
de la sabiduría divina. Es como el Señor se propuso que fuera, que
nos hallemos obligados a aceptar algunas cosas solamente por la fe.
Reconocer esto es admitir que la mente finita es inadecuada para
comprender lo infinito; que el hombre, con su conocimiento limitado
y humano, no puede comprender los propósitos de la omnisciencia.
El escéptico y el incrédulo rechazan la Palabra de Dios porque
no pueden sondear todos sus misterios; y no todos los que profesan
creer la Biblia están seguros contra esa tentación. Dice el apóstol:
“Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo
de incredulidad para apartarse del Dios vivo”.
Hebreos 3:12
. Los
intelectos que se han acostumbrado a criticar, dudar y cavilar porque
no pueden sondear los propósitos de Dios caerán “en semejante
ejemplo de desobediencia”.
Hebreos 4:11
. Es correcto estudiar dete-
nidamente la enseñanza de la Biblia y escudriñar las cosas profundas
de Dios hasta donde se revelan en las Escrituras. Si bien “las cosas
secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios”, “las reveladas son para
nosotros y para nuestros hijos por siempre”.
Deuteronomio 29:29
.
Pero la obra de Satanás consiste en pervertir las facultades inves-
tigadoras de la mente. Se mezcla cierto orgullo con la consideración
de la verdad bíblica de manera que los hombres se sienten derrotados
e impacientes si no pueden explicar toda porción de la Escritura a
su satisfacción. Es demasiado humillante para ellos reconocer que
no entienden las palabras inspiradas. No están dispuestos a aguardar
pacientemente hasta que Dios vea propio revelarles la verdad. Pien-
san que su sabiduría humana, sin ayuda alguna, es suficiente para
permitirles comprender la Escritura; y al fracasar en ello, niegan
virtualmente su autoridad.
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