La obra misionera de la iglesia
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Dios, si antes se entregasen a él, acercándosele y buscándole con
todo su corazón.
Hermanos y hermanas, tomad una parte activa en la obra que
tiene por objeto la salvación de las almas. Esta obra renovará y
vivificará vuestras energías mentales y espirituales. La luz de Cristo
resplandecerá en vuestra mente. El Salvador habitará en vuestros
corazones y andaréis en su luz.
Consagraos completamente a la obra de Dios. El es vuestra
fuerza y se mantendrá a vuestra diestra para ayudaros a ejecutar sus
designios misericordiosos. Acercaos a los que os rodean por medio
de la obra personal. Trabad relaciones con ellos. La predicación
no podrá hacer la obra que debe ser hecha. Los ángeles de Dios os
acompañarán a las casas que visitéis. Es una obra que no puede ser
hecha por procuración. Los sermones no la terminarán ni el dinero
dado o prestado. Es visitando a las personas, hablándoles, orando
con simpatía con ellas, cómo sus corazones serán ganados. Es el
trabajo misionero más noble que podáis realizar. Pero para ello, se
necesita una fe firme y perseverante, una paciencia incansable, un
gran amor por las almas.
Buscad relaciones con las personas de vuestro vecindario. Al
hablarles de la verdad, demostrad una simpatía cristiana. Recordad
que el Señor Jesús es el Artífice maestro. El es quien riega la semilla
que sembráis. El os sugerirá palabras que alcancen los corazones.
Tened confianza de que Dios sostendrá al obrero consagrado y abne-
gado. La obediencia, una fe infantil y confianza en Dios: he aquí lo
que os dará paz y gozo. Trabajad con desinterés, amor y paciencia
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con todos aquellos con quienes estéis en relación. No manifestéis
irritación, no pronunciéis palabras de impaciencia. More el amor de
Cristo en vuestros corazones, y la ley de la amabilidad en vuestros
labios.
Es incomprensible que no haya centenares de personas en la
obra donde hoy hay solamente una. La apatía, la frialdad, la indife-
rencia de los que se dicen hijos de Dios, son un motivo de asombro
para el universo celestial. La verdad es una potencia de vida. Id a
proclamarla con fe y convicción. Que aquellos a favor de quienes
trabajáis se den cuenta de que es para vosotros una viviente realidad.