Debe trabajarse con celo
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moral de los millares a quienes amenaza un juicio terrible, ante el
cual los sufrimientos físicos se desvanecen en la insignificancia.
Recuerden los miembros de la iglesia que el solo hecho de tener
su nombre escrito en un registro no bastará para salvarlos; deben
mostrarse como aprobados por Dios, como obreros que no tengan
de qué avergonzarse. Día tras día, deben edificar sus caracteres
conforme a las direcciones divinas. Deben morar en él y ejercer
constantemente su fe en él. De este modo crecerán hasta alcanzar la
estatura perfecta de hombres y mujeres en Jesucristo; serán cristia-
nos sanos, animosos, agradecidos, conducidos por Dios en una luz
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siempre más pura. Si su vida no es así, ellos se encontrarán un día
entre aquellos que harán esta amarga lamentación: “¡Pasóse la siega,
acabóse el verano; y mi alma no se salvó! ¿Por qué no busqué un
refugio en la Fortaleza? ¿Por qué jugué con la salvación de mi alma
y desprecié al Espíritu de gracia?”
“Cercano está el día de Jehová, cercano y muy presuroso.”
Sofo-
nías 1:14
. Calcémonos las sandalias del evangelio y estemos listos
a cada momento para emprender el viaje. Cada hora, cada minuto
es precioso. No tenemos tiempo para buscar nuestra propia satisfac-
ción. En todo nuestro derredor hay almas que están pereciendo en el
pecado. Cada día hay algo que hacer para nuestro Señor y Maestro.
Cada día hemos de indicar a las almas el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo.
“Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo
del Hombre ha de venir a la hora que no pensáis.”
Mateo 24:44
.
Por la noche, no os acostéis sin haber antes confesado vuestros
pecados. Así hacíamos en 1844, cuando esperábamos ir al encuentro
del Señor. Ahora ese acontecimiento está más cercano que cuando
por primera vez creímos. Estad siempre apercibidos, por la tarde, por
la mañana y al medio día, para que cuando repercuta el clamor: “¡He
aquí, el esposo viene, salid a recibirle!” podáis, aun si este grito os
despertase del sueño, ir a su encuentro con las lámparas aderezadas
y encendidas.