Página 35 - Testimonios Selectos Tomo 5 (1932)

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La alta vocación de los empleados de nuestros sanatorios
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¿Quién se está preparando para encargarse de una manera in-
teligente de la obra médica misionera? Los que acudan a recibir
los cuidados en nuestros sanatorios deben, mediante esta obra, ser
conducidos al Salvador y aprender a unir su debilidad a la fuerza
de él. Cada obrero debe ser inteligente y capaz; y entonces podrá
presentar de una manera amplia y elevada la verdad tal cual es en
Jesús.
Los que trabajan en nuestros sanatorios están constantemente
expuestos a la tentación. Puestos en relación con los incrédulos, los
que no están firmes en la verdad sufrirán por este contacto. Pero
aquellos que moran en Cristo, arrostrarán a los incrédulos como lo
hizo Cristo mismo: inflexibles en su obediencia, estarán siempre
listos para decir una palabra buena en el momento oportuno y a
esparcir la simiente de verdad. Ellos perseverarán en la oración;
mantendrán su integridad y darán cada día pruebas de la estabilidad
de su religión. La influencia de tales empleados será una bendición
para muchos. Mediante una vida bien ordenada, conducirá almas a la
cruz. Un verdadero cristiano confiesa constantemente a su Salvador.
Está siempre gozoso, listo para pronunciar palabras de esperanza
y de consuelo a los que sufren. “El principio de la sabiduría es el
temor de Jehová.”
Proverbios 1:7
.
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Una palabra de la Escritura tiene más valor que diez mil ideas
o argumentos humanos. Aquellos que se niegan a seguir los planes
de Dios, oirán finalmente la sentencia: “Apartaos de mí.” Mas si
nos sometemos a la voluntad de Dios, el Señor Jesús dirige nuestra
mente y pone en nuestros labios palabras de seguridad. Podemos ser
fuertes en el Señor y en la potencia de su fortaleza. Al recibir a Cristo,
quedamos revestidos de su potencia. Cuando el Salvador habita en
nosotros, su fuerza viene a ser nuestra; su verdad mora en nosotros
en abundancia, y ninguna injusticia se advierte en nuestra vida.
Llegamos a poder decir palabras oportunas a quienes no conocen
la verdad. La presencia de Cristo en el corazón es una potencia
vivificadora, que fortalece todo el ser.
Se me ha ordenado que diga a los empleados de nuestros sa-
natorios que la incredulidad y la confianza en sí mismo son los
peligros contra los cuales deben prevenirse constantemente. Deben
guerrear contra el mal con tal celo y ardor, que los enfermos sientan
la influencia ennoblecedora de sus esfuerzos desinteresados.