Lejos de las ciudades
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tos y pesares. Hasta sucede a veces que ciertos enfermos quedan
envenenados por su propia respiración.
Muchos otros inconvenientes resultan también del establecimien-
to de las instituciones médicas importantes en las grandes ciudades.
¿Por qué se habrá de privar a los enfermos de las propiedades
curativas que se hallan en la vida al aire libre! Se me ha mostrado que
si a los enfermos se les estimula a salir de sus habitaciones y a pasar
su tiempo al aire libre, a cultivar flores o a realizar algún trabajo
fácil y agradable, su espíritu se desviará de su persona hacia objetos
más favorables para su curación. El ejercicio al aire libre debiera
prescribirse como una necesidad bienhechora y vivificadora. Cuanto
más se pueda exponer al enfermo al aire vivificante, tanto menos
cuidados necesitará. Cuanto más alegres sean los alrededóres, tanto
más henchido quedará de esperanza. Rodead a los enfermos de las
cosas más hermosas de la naturaleza. Colocadlos donde puedan ver
crecer las flores y oír el gorjeo de los pajaritos y su corazón cantará
al unísono con los trinos de las aves. Encerradlos, por el contrario,
en habitaciones, y se volverán tristes e irritables, por elegantemente
amueblada que esté la pieza. Dad a los enfermos los beneficios de
la vida al aire libre. Así se elevará su alma hacia Dios, y se sentirán
aliviados corporal y espiritualmente.
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“¡Lejos de las ciudades!” Tal es mi mensaje. Hace mucho que
nuestros médicos deberían haber advertido esa necesidad. Espero y
creo que comprenderán ahora su importancia, y ruego a Dios que
así sea.
Se está acercando el tiempo cuando las grandes ciudades serán
visitadas por los juicios de Dios. Aún un poco de tiempo, y esas
ciudades serán sacudidas con violencia. Cualesquiera que sean las
dimensiones y la solidez de los edificios, cualesquiera que sean las
precauciones tomadas contra el incendio, si el dedo de Dios toca
esas casas, en algunos minutos o algunas horas quedarán reducidas
a escombros.
Las impías ciudades de nuestro mundo serán destruídas desde
los cimientos hasta el techo. Mediante las catástrofes que ocasionan
actualmente la ruina de grandes edificios y de barrios enteros, Dios
nos muestra lo que acontecerá en toda la tierra. Nos ha dicho: “De
la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama se enternece,
y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca. Así también