Página 57 - Testimonios Selectos Tomo 5 (1932)

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El plan de Dios para con nuestras casas editoriales
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Es también, en gran medida, por medio de nuestras imprentas
cómo debe cumplirse la obra de aquel otro ángel que baja del cielo
con gran potencia y alumbra la tierra con su gloria.
La responsabilidad que recae sobre nuestras casas editoriales es
solemne. Los que dirigen estas instituciones, los que redactan los
periódicos y preparan los libros, alumbrados como están por la luz
del plan de Dios, son tenidos por responsables de las almas de sus
semejantes. A ellos, como a los predicadores de la Palabra, se aplica
el mensaje dado antaño por Dios a su profeta: “Tú pues, hijo del
hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la
palabra de mi boca, y los apercibirás de mi parte. Diciendo yo al
impío: Impío, de cierto morirás; si tu no hablares para que se guarde
el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, mas su sangre
yo la demandaré de tu mano.”
Ezequiel 33:7, 8
.
Nunca se ha aplicado este mensaje con tanta fuerza como hoy.
El mundo desprecia cada día más las exigencias de Dios. Los hom-
bres se han envalentonado en sus transgresiones. La maldad de los
habitantes de la tierra, casi ha hecho desbordar la copa de sus iniqui-
dades. Casi ha llegado la tierra al punto en el cual Dios se dispone a
abandonarla en manos del destructor. La substitución de leyes huma-
nas en lugar de la ley de Dios, la exaltación del domingo prescripta
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por una simple autoridad humana en reemplazo del sábado bíblico,
constituye el último acto de este drama. Cuando esta substitución sea
universal. Dios se revelará. Se levantará en su majestad y sacudirá
poderosamente a la tierra. Castigará a los habitantes del mundo por
sus iniquidades; y la tierra no encubrirá más la sangre ni ocultará
más sus muertos.
El gran conflicto que Satanás hizo estallar en los atrios celestia-
les llegará pronto a su fin. Pronto, todos los habitantes de la tierra se
habrán decidido por o en contra del gobierno del cielo. Como nunca
antes, está Satanás desplegando ahora su potencia engañosa para se-
ducir y destruir a toda alma que no esté precavida. Estamos llamados
a rogar a los hombres a que se preparen para los acontecimientos
que los esperan. Debemos advertir a los que se hallan expuestos a
una destrucción inminente. El pueblo de Dios debe desplegar todas
sus fuerzas para combatir los errores de Satanás y derribar sus for-
talezas. Debemos explicar en el mundo entero, a todo ser humano
que quiera escucharnos, los principios que están en juego en esa