El plan de Dios para con nuestras casas editoriales
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dinero. El Señor pondría su maldición sobre el dinero así obtenido,
y esparciría más de lo que se hubiese juntado.
Hay otra clase de impresos, más peligrosos que la lepra, más
mortíferos que las plagas de Egipto, contra los cuales deben preca-
verse constantemente nuestras casas editoriales. Al aceptar trabajos
de afuera, ellas deben cuidar de que no se reciban en nuestras insti-
tuciones manuscritos que expongan la ciencia misma de Satanás. No
se dé nunca lugar en nuestras instituciones para obras que expongan
las destructoras teorías del hipnotismo, espiritismo, romanismo y
otros misterios de iniquidad.
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No se coloque en las manos de nuestros empleados nada que
pueda echar una sola semilla de duda sobre la autoridad o pureza
de las Escrituras. En ningún caso, dejéis escritos impíos bajo los
ojos de los jóvenes, quienes por su mentalidad son tan dispuestos
a aceptar lo nuevo. Tales obras se publicarían con inmenso déficit,
aun cuando pagasen los precios más elevados.
Permitir que cosas semejantes pasen por nuestras instituciones,
es colocar en manos de nuestros empleados y presentar al mundo
el fruto prohibido del árbol del conocimiento. Es invitar a Satanás
a entrar con su ciencia seductora; es insinuar sus principios en las
mismas instituciones establecidas para el adelantamiento de la santa
causa de Dios. Publicar tales obras, sería cargar los cañones del
enemigo y colocarlos en sus manos para que los use contra la verdad.
¿Pensáis que Jesús obrará en nuestras imprentas por las mentes
humanas mediante sus ángeles? ¿Pensáis que hará de la verdad que
sale de nuestras imprentas una potencia para amonestar al mundo, si
se permite a Satanás que pervierta los espíritus de los obreros en la
institución misma? ¿Puede la bendición de Dios descansar sobre los
impresos que salen de la prensa, cuando de estas mismas prensas
salen los errores y herejías de Satanás? “¿Echa alguna fuente por
una misma abertura agua dulce y amarga?”
Santiago 3:11
.
Los directores de nuestras instituciones necesitan comprender
que al aceptar sus puestos se hacen responsables del alimento inte-
lectual dado a los empleados mientras están en la institución. Ellos
son responsables del carácter de los impresos que salen de nuestras
prensas. Deberán dar cuenta de la influencia ejercida por la intro-
ducción de cosas que habrían de mancillar la institución, contaminar
el espíritu de los empleados o engañar al mundo.