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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7
vuestro desprecio hacia las advertencias que el Señor os ha dado.
La palabra que os dirige es: “¿Quién hay entre vosotros que teme a
Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece
de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He
aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad
a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano
os vendrá esto; en dolor seréis sepultados”.
Isaías 50:10-11
.
* * * * *
¿No nos acercaremos al Señor, para que nos salve de toda intem-
perancia en el comer y beber, de toda pasión profana y concupiscen-
te, de toda perversidad? ¿No nos humillaremos delante de Dios y
desecharemos todo lo que corrompe la carne y el espíritu, para que
en su temor podamos perfeccionar la santidad del carácter?
* * * * *
Que todo aquel que debe sentarse en concilio y reunión de junta
escriba en su corazón las palabras: Trabajo para este tiempo y para
la eternidad; soy responsable ante Dios por los motivos que me
impulsan a obrar. Sea éste su lema. Sea su oración la del salmista:
“Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios. No
dejes que se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías”.
Salmos 141:3-4
.
* * * * *
En las consultas para hacer progresar la obra, ningún hombre ha
de ser la fuerza dominante, la voz del conjunto. Los métodos y los
planes propuestos deben considerarse cuidadosamente, a fin de que
todos los hermanos puedan pesar sus méritos relativos y decidir cuál
debe seguirse. Al estudiar los campos a los cuales parece llamarnos
el deber, es bueno tener en cuenta las dificultades que se encontrarán
en ellos.
Hasta donde se pueda, las juntas directivas deben hacer conocer
sus planes a los hermanos en general a fin de que el juicio de la
iglesia pueda sostener sus esfuerzos. Muchos miembros de la iglesia
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son prudentes, y otros tienen excelentes cualidades mentales. Debe