Página 160 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 8
Los estudiantes de nuestras escuelas deben aspirar a un cono-
cimiento superior. Nada les ayudará tanto a adquirir una memoria
retentiva como el estudio de las Escrituras. Nada les ayudará tanto a
adquirir conocimiento de sus otros estudios.
Si los incrédulos desean unirse a vuestras clases para la prepa-
ración de médicos misioneros, y os parece que no ejercerán una
influencia que desvíe de la verdad a los otros estudiantes, dadles la
oportunidad. Puede ser que de entre ellos salgan nuestros mejores
misioneros. Nunca han oído la verdad, y al verse colocados donde
estén rodeados por una influencia que revele el espíritu del Maestro,
algunos serán ganados para la verdad. En las clases que se dicten no
debe ocultarse un solo principio de la verdad bíblica. Si la admisión
en vuestras clases de los que no son de nuestra fe os induciría a no
mencionar los grandes temas concernientes a vuestro bien presente
y eterno, es decir, temas que deben tenerse siempre presentes, no
admitáis a los tales estudiantes. En ningún caso se han de sacrificar
los principios ni se han de ocultar las características peculiares de
nuestra fe para añadir a nuestras clases estudiantes que no comparten
esa fe.
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Las clases de Biblia deben estar a cargo de maestros fieles que
se esforzarán por hacer comprender sus lecciones a sus alumnos, no
explicándoselo todo, sino requiriendo de ellos que expliquen clara-
mente cada pasaje que lean. Recuerden estos maestros que poco bien
se obtendrá recorriendo ligera y superficialmente la Palabra. Para
comprenderla, se requieren investigaciones y estudios fervientes y
esforzados. Hay en ella verdades que, como vetas de metal precioso,
están escondidas debajo de la superficie. El tesoro oculto se descubre
cuando se lo busca como el minero busca oro y plata. La evidencia
de la Palabra de Dios se halla en la Palabra misma. La Escritura es la
clave que abre la Escritura. El significado profundo de las verdades
de la Palabra de Dios es revelado a nuestras mentes por su Espíritu.
La Biblia es el gran libro de texto para los alumnos de nuestras
escuelas. Enseña toda la voluntad de Dios acerca de los hijos y las
hijas de Adán. Es la norma de la vida, que nos enseña el carácter
que debemos formar para la vida futura. No necesitamos la pálida
luz de la razón para hacer comprensibles las Escrituras. Con igual
acierto podríamos suponer que el sol meridiano necesita la vacilante
antorcha de la tierra para aumentar su gloria. Las expresiones de los