Página 269 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 8 (1998)

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Un Dios personal
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Ni para siempre guardará el enojo.
No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,
Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.
Porque como la altura de los cielos sobre la tierra,
Engrandeció su misericordia sobre los que le temen.
Cuanto está lejos el oriente del occidente,
Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.
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Como el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen.
Porque él conoce nuestra condición;
Se acuerda de que somos polvo.
El hombre, como la hierba son sus días;
Florece como la flor del campo,
Que pasó el viento por ella, y pereció.
Y su lugar no la conocerá más.
Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad
y hasta la eternidad sobre los que le temen,
Y su justicia sobre los hijos de los hijos;
Sobre los que guardan su pacto,
Y los que se acuerdan de sus mandamientos
para ponerlos por obra”.
Salmos 103:8-18.
Su cuidado providencial
Nuestro Dios tiene a su disposición el cielo y la tierra y sabe
exactamente lo que necesitamos. Sólo podemos ver hasta corta
distancia delante de nosotros; mas “todas las cosas están desnudas y
abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
Hebreos
4:13
. Por sobre las perturbaciones de la tierra está él entronizado; y
todas las cosas están abiertas a su visión divina; y desde su grande
y serena eternidad ordena aquello que su providencia ve que es lo
mejor.
Ni siquiera un pajarillo cae al suelo sin que lo note el Padre.
El odio de Satanás contra Dios le induce a deleitarse en destruir
hasta los animales. Y sólo por el cuidado protector de Dios son
preservadas las aves para alegrarnos con sus cantos de gozo. Pero