Página 16 - El Conflicto Inminente (1969)

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El Conflicto Inminente
la sumisión de sus criaturas debe proceder de una convicción de
su justicia y benevolencia. Los habitantes del cielo y de los demás
mundos, no estando preparados para comprender la naturaleza ni las
consecuencias del pecado, no podrían haber reconocido la justicia
y misericordia de Dios en la destrucción de Satanás. De haber sido
éste aniquilado inmediatamente, aquéllos habrían servido a Dios por
miedo más bien que por amor. La influencia del seductor no habría
quedado destruida del todo, ni el espíritu de rebelión habría sido
extirpado por completo. Para bien del universo entero a través de las
edades sin fin, era preciso dejar que el mal llegase a su madurez, y
que Satanás desarrollase más completamente sus principios, a fin de
que todos los seres creados reconociesen el verdadero carácter de
los cargos que arrojara él contra el gobierno divino y a fin de que
quedaran para siempre incontrovertibles la justicia y la misericordia
de Dios, así como el carácter inmutable de su ley.
La rebeldía de Satanás, cual testimonio perpetuo de la naturaleza
y de los resultados terribles del pecado, debía servir de lección al
universo en todo el curso de las edades futuras. La obra del gobierno
de Satanás, sus efectos sobre los hombres y los ángeles, harían paten-
tes los resultados del desprecio de la autoridad divina. Demostrarían
que de la existencia del gobierno de Dios y de su ley depende el
bienestar de todas las criaturas que él ha formado. De este modo la
historia del terrible experimento de la rebeldía, sería para todos los
seres santos una salvaguardia eterna destinada a precaverlos contra
todo engaño respecto a la índole de la transgresión, y a guardarlos
de cometer pecado y de sufrir el castigo consiguiente.
El gran usurpador siguió justificándose hasta el fin mismo de
la controversia en el cielo. Cuando se dió a saber que, con todos
sus secuaces, iba a ser expulsado de las moradas de la dicha, el
jefe rebelde declaró audazmente su desprecio de la ley del Creador.
Reiteró su aserto de que los ángeles no necesitaban sujeción, sino
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que debía dejárseles seguir su propia voluntad, que los dirigiría
siempre bien. Denunció los estatutos divinos como restricción de
su libertad y declaró que el objeto que él perseguía era asegurar la
abolición de la ley para que, libres de esta traba, las huestes del cielo
pudiesen alcanzar un grado de existencia más elevado y glorioso.
De común acuerdo Satanás y su hueste culparon a Cristo de
su rebelión, declarando que si no hubiesen sido censurados, no