Capítulo 5—La libertad de conciencia amenazada
Los protestantes consideran hoy al romanismo con más favor
que años atrás. En los países donde no predomina y donde los
partidarios del papa siguen una política de conciliación para ganar
influjo, se nota una indiferencia creciente respecto a las doctrinas
que separan a las iglesias reformadas de la jerarquía papal; entre
los protestantes está ganando terreno la opinión de que, al fin y
al cabo, en los puntos vitales las divergencias no son tan grandes
como se suponía, y que unas pequeñas concesiones de su parte
los pondrían en mejor inteligencia con Roma. Tiempo hubo en
que los protestantes estimaban altamente la libertad de conciencia
adquirida a costa de tantos sacrificios. Enseñaban a sus hijos a tener
en aborrecimiento al papado y sostenían que tratar de congeniar con
Roma equivaldría a traicionar la causa de Dios. Pero ¡cuán diferentes
son los sentimientos expresados hoy!
Los defensores del papado declaran que la iglesia ha sido calum-
niada, y el mundo protestante se inclina a creerlo. Muchos sostienen
que es injusto juzgar a la iglesia de nuestros días por las abomina-
ciones y los absurdos que la caracterizaron cuando dominaba en los
siglos de ignorancia y de tinieblas. Tratan de excusar sus horribles
crueldades como si fueran resultado de la barbarie de la época, y ar-
guyen que las influencias de la civilización moderna han modificado
los sentimientos de ella.
¿Habrán olvidado estas personas las pretensiones de infalibilidad
sostenidas durante ochocientos años por tan altanero poder? Lejos de
abandonar este aserto lo ha afirmado en el siglo XIX de un modo más
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positivo que nunca antes. Como Roma asegura que la iglesia
“nunca
erró; ni errará jamás,
según las Escrituras” (Juan L. von Mosheim,
Institutes of Ecclesiastical History,
libro 3, siglo XI, parte 2, cap. 2,
nota 17), ¿cómo podrá renunciar a los principios que amoldaron su
conducta en las edades pasadas?
La iglesia papal no abandonará nunca su pretensión a la infalibi-
lidad. Todo lo que ha hecho al perseguir a los que rechazaban sus
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