Página 22 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Cristo Nuestro Salvador
Pero al detenerse por la noche para acampar, echaron de menos
su ayuda. Le buscaron entre toda la compañía, mas en vano.
Entonces José y María se llenaron de temor. Recordaron cómo
Herodes había procurado matar a Jesús en su infancia, y tuvieron
miedo de que algún mal le hubiese sucedido.
Con corazones afligidos, regresaron apresuradamente a Jerusa-
lén, pero no le encontraron hasta el tercer día.
Grande fué su gozo al verle otra vez. Sin embargo, María creyó
que Jesús merecía una censura por haberse apartado de ellos, y le
dijo: “Hijito, ¿por qué has hecho así con nosotros? ¡He aquí que tu
padre y yo te hemos buscado angustiados!”
El respondió: “¿Cómo es que me buscabais? ¿No sabíais que
debo ocuparme en las cosas de mi Padre?”
Lucas 2:48, 49
.
Diciendo esto señalaba al cielo con el dedo. En su rostro brillaba
una luz que los asombraba. Jesús sabía que era el Hijo de Dios y que
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había estado ocupado en la obra para la cual había sido enviado al
mundo.
María no olvidó jamás estas palabras. Años después entendió
mejor su significado admirable.
José y María amaban a Jesús, pero habían sido descuidados, y le
habían perdido. Habían olvidado la obra que Dios les había confiado.
Por la negligencia de un día habían perdido a Jesús.
De la misma manera hoy día muchos pierden la compañía del
Salvador. Cuando no nos gusta meditar en él ni orar, cuando decimos
palabras ociosas, carentes de bondad o impías, nos separamos de
Cristo. Sin él nos sentimos tristes y solitarios.
Pero si en realidad deseamos su compañía, siempre estará con
nosotros. El Salvador se deleita en quedarse con los que buscan
su presencia. Trae luz y gozo al hogar más humilde, y felicidad al
corazón más triste.
Aunque sabía que era el Hijo de Dios, se encaminó Jesús hacia
su hogar en Nazaret, con José y María, y hasta que tuvo treinta años
de edad “les estaba sujeto.”
El que había mandado en el cielo, al estar en la tierra fué hijo
amante y obediente. Guardó en su corazón las grandes verdades que
había despertado en su mente el culto divino en el templo. Esperó el
tiempo señalado por Dios para comenzar su obra.