Página 86 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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Cristo Nuestro Salvador
Con esto tocaron a Pilato en su punto débil. Ya era sospecho-
so para el gobierno de Roma y comprendía que un rumor de esta
naturaleza consumaría su ruina.
“Viendo pues Pilato que nada adelantaba, sino antes que se iba
haciendo un tumulto, tomó agua, y lavóse las manos en presencia
del pueblo, diciendo:
“Inocente soy yo de la sangre de este justo; veréislo vosotros.”
Mateo 27:24
.
En vano trató Pilato de disculparse del crimen de haber con-
denado a Jesús. Si hubiese obrado con prontitud y firmeza desde
un principio, sosteniendo sus justas convicciones, su voluntad no
habría sido subyugada por el populacho, y éste no se habría atrevido
a dictarle lo que debía hacer. Su vacilación e indecisión acarrearon
su ruina. Comprendió que no podía soltar a Jesús y mantener al
mismo tiempo su posición y su honor. Prefirió sacrificar una vida
inocente en lugar de perder su poder terrenal.
Cediendo a las exigencias del populacho, volvió a mortificar a
Jesús y lo entregó para ser crucificado.
Pero a pesar de sus precauciones, aquello mismo que temía le
sobrevino después. Perdió el honor y el favor público, fué derrocado
de su alto puesto y, presa del remordimiento y herido en su orgullo,
puso fin a sus días poco después de la crucifixión del Salvador.
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Asimismo todos los que transigen con el pecado lograrán tan
sólo dolor y ruina.
“Camino hay que al hombre le parece recto, cuyo fin son caminos
de muerte.”
Proverbios 14:12
.
Cuando Pilato se declaró inocente de la sangre de Cristo, Caifás
respondió en tono de desafío: “¡Recaiga su sangre sobre nosotros,
y sobre nuestros hijos!”
Mateo 27:25
. Estas aterradoras palabras
fueron repetidas por los sacerdotes y por el pueblo. Fué una terrible
sentencia la que pronunciaron sobre sí mismos y una no menos
terrible herencia la que transmitieron a su posteridad.
Se cumplió al pie de la letra en las horrorosas escenas que acom-
pañaron a la destrucción de Jerusalén que aconteció unos cuarenta
años más tarde. Cumplióse también literalmente en la condición de
los descendientes de aquel mismo pueblo, que desde entonces ha
vivido despreciado, esparcido y oprimido. Y volveráse a cumplir en
el gran día de la retribución.