Página 212 - Consejos para la Iglesia (1991)

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Consejos para la Iglesia
En cada familia debería haber una hora fija para el culto matutino
y vespertino. ¿No conviene a los padres reunir en derredor suyo a
sus hijos antes del desayuno para agradecer al Padre Celestial por
su protección durante la noche, y para pedirle su ayuda y cuidado
durante el día? ¿No es propio también, cuando llega el anochecer,
que los padres y los hijos se reúnan una vez más delante de Dios para
agradecerle las bendiciones recibidas durante el día que termina?
Cada mañana consagraos a Dios con vuestros hijos. No contéis
con los meses ni los años; no os pertenecen. Sólo el día presente es
vuestro. Durante sus horas, trabajad por el Maestro, como si fuese
vuestro último día en la tierra. Presentad todos vuestros planes a
Dios, a fin de que él os ayude a ejecutarlos o abandonarlos según
lo indique su Providencia. Aceptad los planes de Dios en lugar
de los vuestros, aun cuando esta aceptación exija que renunciéis
a proyectos por largo tiempo acariciados. Así, vuestra vida será
siempre más y más amoldada conforme al ejemplo divino, y “la
paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Filipenses 4:7
El padre, o en su ausencia la madre, debe presidir el culto y elegir
un pasaje interesante de las Escrituras que pueda comprenderse con
facilidad. El culto debe ser corto. Cuando se lee un capítulo largo y
se hace una oración larga, el culto se torna fatigoso y se siente alivio
cuando termina. Dios queda deshonrado cuando el culto se vuelve
árido y fastidioso, cuando carece tanto de interés que los hijos lo
temen.
Padres y madres, cuidad de que el momento dedicado al culto
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de familia sea en extremo interesante. No hay razón alguna porque
no sea éste el momento más agradable del día. Con un poco de
preparación podréis hacerlo interesante y provechoso. De vez en
cuando, introducid algún cambio. Se pueden hacer preguntas con
referencia al texto leído, y dar con fervor algunas explicaciones
oportunas. Se puede cantar un himno de alabanza. La oración debe
ser corta y precisa. El que ora debe hacerlo con palabras sencillas y
fervientes; debe alabar a Dios por su bondad y pedirle su ayuda. Si
las circunstancias lo permiten, dejad a los niños tomar parte en la
lectura y la oración.
La eternidad sola pondrá en evidencia el bien verificado por esos
cultos de familia
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