Capítulo 32—La música
El arte de la melodía sagrada era diligentemente cultivado [en
las escuelas de los profetas]. No se oía el frívolo vals ni la canción
petulante que ensalzaba al hombre y apartaba la atención de Dios,
sino sagrados y solemnes salmos de alabanza al Creador, que en-
grandecían su nombre y repetían sus obras maravillosas. De ese
modo se hacía servir a la música para un propósito santo: dirigir los
pensamientos hacia lo que era puro, noble y elevador y despertar en
el alma devoción y gratitud hacia Dios
La música forma parte del culto tributado a Dios en los atrios
celestiales, y en nuestros cánticos de alabanza debiéramos procurar
aproximarnos tanto como sea posible a la armonía de los coros
celestiales. La educación apropiada de la voz es un rasgo importante
en la preparación general, y no debe descuidarse. El canto, como
parte del servicio religioso, es tanto un acto de culto como lo es
la oración. El corazón debe sentir el espíritu del canto para darle
expresión correcta
Se me ha mostrado el orden perfecto del cielo, y he quedado
arrobada al escuchar la música perfecta que se oye allí. Después de
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salir de la visión, el canto terrenal me pareció muy áspero y discor-
dante. He visto compañías de ángeles dispuestos en cuadros, cada
uno con un arpa de oro. En el extremo del arpa había un instrumento
para dar vuelta, acomodar el arpa, o cambiar la melodía. Sus dedos
no recorrían descuidadamente las cuerdas, sino que tocaban distintas
cuerdas para producir diferentes sonidos. Hay un ángel que siempre
guía, que toca primero el arpa y da el tono; luego todos se unen para
producir la rica y perfecta música del cielo. Es indescriptible esa
melodía celestial y divina, que vibra mientras todo rostro refleja la
imagen de Jesús, cuya gloria resplandece con brillo inefable
Se me mostró que los jóvenes deben elevarse y hacer de la
Palabra de Dios su consejera y guía. Les incumben responsabilidades
solemnes que ellos consideran livianamente. La introducción de
la música en sus hogares, en vez de incitarlos a la santidad y la
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