Página 285 - Consejos para la Iglesia (1991)

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La educación cristiana
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Autor, y, a menos que sea por propia decisión, no tienen límite las
posibilidades de su desarrollo
Confíense a la memoria los pasajes más importantes de la Escri-
tura, no como una imposición sino como un privilegio. Aunque al
principio la memoria sea deficiente, adquirirá fuerza con el ejercicio,
de manera que después de un tiempo os deleitaréis en atesorar las
palabras de verdad. Y el hábito resultará de ayuda valiosa para el
crecimiento espiritual
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Peligros al enviar a la escuela a pequeñuelos
Así como los moradores del Edén aprendieron de las páginas de
la naturaleza, así como Moisés percibió lo que Dios había escrito en
los llanos y las montañas de Arabia, y el niño Jesús en los cerros de
Nazaret, los niños de hoy día también pueden aprender del Creador.
Lo visible ilustra lo invisible.
Hasta donde sea posible, colóquese al niño, desde su más tierna
edad, en situación tal que se abra ante él este maravilloso libro de
texto
No mandéis a vuestros pequeñuelos demasiado pronto a la es-
cuela. La madre debiera ser cuidadosa al confiar el modelado de la
mente del niño a manos ajenas. Los padres tendrían que ser los me-
jores maestros de sus hijos hasta que éstos hayan llegado a la edad
de ocho o diez años. Su sala de clase debiera ser el aire libre, entre
las flores y los pájaros, y su libro de texto, el tesoro de la naturaleza.
Tan pronto como sus inteligencias puedan comprenderlo, los padres
debieran abrir ante ellos el gran libro divino de la naturaleza. Estas
lecciones, dadas en tal ambiente, no se olvidarán prestamente
No sólo se ha puesto en peligro la salud física y mental al enviar-
los a la escuela demasiado precozmente, sino que han perdido desde
el punto de vista moral. Tuvieron la oportunidad de tratarse con
niños incultos. Se asociaron con los que son ásperos y rudos, que
mienten, blasfeman, roban y engañan, y que se deleitan en impartir
su conocimiento del vicio a los que son menores que ellos. Si se
deja a los niñitos librados a sus propias fuerzas, aprenden más fácil-
mente el mal que el bien. Los malos hábitos se avienen mejor con el
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corazón natural y las cosas que ven y oyen en su infancia y niñez se
graban profundamente en su mente; y la mala semilla sembrada en