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Consejos para la Iglesia
templar la visión de los ángeles, exclamó: “Ciertamente Jehová está
en este lugar, y yo no lo sabía... No es otra cosa que casa de Dios y
puerta del cielo”.
Génesis 28:16, 17
Tanto por ejemplo como por precepto, debéis demostrar que
reverenciáis vuestra fe, hablando reverentemente de cosas sagradas.
No permitáis jamás que escape de vuestros labios una expresión
de ligereza o trivialidad cuando citáis las Escrituras. Al tomar la
Biblia en vuestras manos recordad que estáis sobre tierra santa. Hay
ángeles a vuestro alrededor, a quienes podríais ver si fuesen abiertos
vuestros ojos. Sea tal vuestra conducta que dejéis sobre cada alma
con la cual os relacionéis la impresión de que os rodea una atmósfera
pura y santa. Una palabra vana, una risa trivial, puede inclinar un
alma en la dirección indebida. Terribles son las consecuencias de no
tener una relación constante con Dios
Vestíos de manera que Dios sea el objeto del pensamiento
Debe enseñarse a todos a ser aseados, limpios y ordenados en
su indumentaria, pero sin dedicarse a los adornos exteriores que son
completamente impropios para el santuario. No debe haber ostenta-
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ción de trajes, porque esto estimula la irreverencia. Con frecuencia la
atención de la gente queda atraída por esta o aquella hermosa prenda,
y así se infiltran pensamientos que no debieran tener cabida en el
corazón de los adoradores. Dios ha de ser el tema del pensamiento
y el objeto del culto; y cualquier cosa que distraiga la mente del
servicio solemne y sagrado le ofende.
En todos los asuntos de la indumentaria, debemos ser estricta-
mente cuidadosos y seguir muy de cerca las reglas bíblicas. La moda
ha sido la diosa que ha regido el mundo, y con frecuencia se insinúa
en la iglesia. La iglesia debe hacer de la Palabra de Dios su norma
y los padres deben pensar inteligentemente acerca de este asunto.
Cuando ven a sus hijos inclinarse a seguir las normas mundanas,
deben, como Abrahán, ordenar resueltamente a su casa tras sí. En
vez de unirlos con el mundo, relacionadlos con Dios. Nadie deshon-
re el santuario de Dios por un atavío ostentoso. Dios y los ángeles
están allí. El Santo de Israel ha hablado por medio de su apóstol:
“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos
de oro o de vestidos lujosos, sino en el interno, el del corazón, en