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Consejos para la Iglesia
habrán de sufrir la agonía que Cristo soportó en la cruz para obtener
la redención que ellos han rehusado. Y se darán cuenta de lo que
han perdido: la vida eterna y la herencia inmortal. El gran sacrificio
que fue hecho para salvar las almas, nos revela su valor. Cuando el
alma preciosa se perdió, se perdió para siempre.
Vi a un ángel de pie con una balanza en la mano, que pesaba
los pensamientos y el interés del pueblo de Dios, especialmente de
los jóvenes. En un platillo estaban los pensamientos e intereses que
tendían hacia el cielo; en el otro se hallaban los pensamientos e
intereses terrenales. En este platillo se arrojaba toda la lectura de
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cuentos, los pensamientos dedicados a los vestidos, la ostentación, la
vanidad y el orgullo, etc. ¡Oh, cuán solemne momento! Los ángeles
de Dios, de pie, pesan con balanza los pensamientos de los que
profesan ser hijos de Dios, de aquellos que aseveran haber muerto al
mundo y estar vivos para Dios. El platillo lleno de los pensamientos
terrenales, la vanidad y el orgullo, bajaba rápidamente a pesar de
que se sacaba pesa tras pesa de la balanza. El que contenía los
pensamientos e intereses referentes al cielo, subía mientras que el
otro bajaba. ¡Qué liviano era! Puedo relatar esto como lo vi, pero
nunca podré producir la solemne y vívida impresión que se grabó en
mi mente, al ver al ángel que tenía la balanza donde se pesaban los
pensamientos e intereses del pueblo de Dios. Dijo el ángel: “¿Pueden
los tales entrar en el cielo? No, no, nunca. Diles que la esperanza que
ahora poseen es vana, y que a menos que se arrepientan prestamente,
y obtengan la salvación, perecerán”.
Una forma de piedad no salvará a nadie. Todos deben tener una
experiencia profunda y viva. Esto es lo único que los salvará en el
tiempo de angustia. Entonces será probada su obra para ver de qué
clase es; si es de oro, plata y piedras preciosas, serán escondidos
como en lo secreto del pabellón de Jehová. Pero si su obra es de
madera, paja y hojarasca, nada podrá protegerlos del fuego de la ira
de Jehová.
Vi que muchos se miden entre sí y comparan su vida con la
vida de otros. Esto no debe ser. Nadie sino Cristo nos es dado como
ejemplo. El es nuestro verdadero modelo, y cada uno debe luchar
para distinguirse por su imitación de él. Somos colaboradores de
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Cristo, o colaboradores del enemigo. O juntamos para Cristo, o dis-
persamos contra él. Somos cristianos decididos y de todo corazón, o