Página 127 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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En la encrucijada de los caminos
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no lo lograba, a hacer que lo llevaran a Roma para someterle a la
suerte que habían corrido Hus y Jerónimo. Así que, por medio de
sus agentes se esforzó en inducir a Lutero a que compareciese sin
salvoconducto, confiando solo en el arbitrio del legado. El reforma-
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dor se negó a ello resueltamente. No fue sino después de recibido el
documento que le garantizaba la protección del emperador, cuando
se presentó ante el embajador papal.
Pensaron los romanistas que convenía conquistar a Lutero por
una apariencia de bondad. El legado, en sus entrevistas con él, fingió
gran amistad, pero le exigía que se sometiera implícitamente a la
autoridad de la iglesia y que cediera a todo sin reserva alguna y
sin alegar. En realidad no había sabido aquilatar el carácter del
hombre con quien tenía que habérselas. Lutero, en debida respuesta,
manifestó su veneración por la iglesia, su deseo de conocer la verdad,
su disposición para contestar las objeciones que se hicieran a lo que
él había enseñado, y que sometería sus doctrinas al fallo de ciertas
universidades de las principales. Pero, a la vez, protestaba contra la
actitud del cardenal que le exigía se retractara sin probarle primero
que se hallaba en error.
La única respuesta que se le daba era: “¡Retráctate! ¡retráctate!”
El reformador adujo que su actitud era apoyada por las Santas Escri-
turas, y declaró con entereza que él no podía renunciar a la verdad.
El legado, no pudiendo refutar los argumentos de Lutero, le abrumó
con un cúmulo de reproches, burlas y palabras de adulación, con
citas de las tradiciones y dichos de los padres de la iglesia, sin dejar
al reformador oportunidad para hablar. Viendo Lutero que, de seguir
así, la conferencia resultaría inútil, obtuvo al fin que se le diera, si
bien de mala gana, permiso para presentar su respuesta por escrito.
“De esta manera—decía él, escribiendo a un amigo suyo—la
persona abrumada alcanza doble ganancia: primero, que lo escri-
to puede someterse al juicio de terceros; y segundo, que hay más
oportunidad para apelar al temor, ya que no a la conciencia, de un
déspota arrogante y charlatán que de otro modo se sobrepondría con
su imperioso lenguaje”. Martyn,
The Life and Times of Luther, 271,
272
.
En la subsiguiente entrevista, Lutero presentó una clara, concisa
y rotunda exposición de sus opiniones, bien apoyada con muchas
citas bíblicas. Este escrito, después de haberlo leído en alta voz, lo