Página 163 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

Se enciende una luz en Suiza
159
les ofrecía de gracia por medio de Cristo. Estaban conformes con el
antiguo camino del cielo que Roma les había marcado. Rehuían la
perplejidad de buscar algo mejor. Era más fácil confiar la salvación
de sus almas a los sacerdotes y al papa que buscar la pureza de
corazón.
Otros, en cambio, recibieron con alegría las nuevas de la reden-
ción por Cristo. Las observancias establecidas por Roma no habían
infundido paz a su alma y, llenos de fe, aceptaban la sangre del
Salvador en propiciación por sus pecados. Estos regresaron a sus
hogares para revelar a otros la luz preciosa que habían recibido. Así
fue llevada la verdad de aldea en aldea, de pueblo en pueblo, y el
número de peregrinos que iban al santuario de la virgen, disminu-
yó notablemente. Menguaron las ofrendas, y en consecuencia la
prebenda de Zuinglio menguó también, porque de aquellas sacaba
su subsistencia. Pero sentíase feliz al ver quebrantarse el poder del
fanatismo y de la superstición.
Las autoridades de la iglesia no ignoraban la obra que Zuinglio
estaba realizando, pero en aquel momento no pensaron intervenir.
Abrigaban todavía la esperanza de ganarlo para su causa y se esfor-
zaron en conseguirlo por medio de agasajos; entre tanto la verdad
fue ganando terreno y extendiéndose en los corazones del pueblo.
Los trabajos de Zuinglio en Einsiedeln le prepararon para una
esfera de acción más amplia en la cual pronto iba a entrar. Pasados
tres años, fue llamado a desempeñar el cargo de predicador en la
catedral de Zúrich. Era esta ciudad en aquel entonces la más impor-
tante de la confederación Suiza, y la influencia que el predicador
pudiera ejercer en ella debía tener un radio más extenso. Pero los
eclesiásticos que le habían llamado a Zúrich, deseosos de evitar
sus innovaciones, procedieron a darle instrucciones acerca de sus
deberes.
[162]
“Pondréis todo vuestro cuidado—le dijeron—en recaudar las
rentas del cabildo, sin descuidar siquiera las de menor cuantía. Ex-
hortaréis a los fieles, ya desde el púlpito, ya en el confesonario, a
que paguen los censos y los diezmos, y a que muestren con sus
ofrendas cuánto aman a la iglesia. Procuraréis multiplicar las rentas
procedentes de los enfermos, de las misas, y en general de todo acto
eclesiástico”. “Respecto a la administración de los sacramentos, a la
predicación y a la vigilancia requerida para apacentar la grey, son