Página 195 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Capítulo 12—La reforma en Francia
Alta protesta de espira y a la confesión de Augsburgo, que mar-
caron el triunfo de la Reforma en Alemania, siguieron años de
conflicto y oscuridad. El protestantismo, debilitado por las divisio-
nes sembradas entre los que lo sostenían, y atacado por enemigos
poderosos, parecía destinado a ser totalmente destruido. Millares
sellaron su testimonio con su sangre. Estalló la guerra civil; la causa
protestante fue traicionada por uno de sus principales adherentes;
los más nobles de los príncipes reformados cayeron en manos del
emperador y fueron llevados cautivos de pueblo en pueblo. Pero en
el momento de su aparente triunfo, el monarca fue castigado por la
derrota. Vio que la presa se le escapaba de las manos y al fin tuvo
que conceder tolerancia a las doctrinas cuyo aniquilamiento cons-
tituyera el gran anhelo de su vida. Había comprometido su reino,
sus tesoros, y hasta su misma vida, en la persecución de la herejía, y
ahora veía sus tropas diezmadas, agotados sus tesoros, sus muchos
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reinos amenazados por las revueltas, y entre tanto seguía cundiendo
por todas partes la fe que en vano se había esforzado en suprimir.
Carlos V estaba combatiendo contra un poder omnipotente. Dios
había dicho: “Haya luz”, pero el emperador había procurado impedir
que se desvaneciesen las tinieblas. Sus propósitos fallaron, y, en
prematura vejez, sintiéndose agotado por tan larga lucha, abdicó el
trono, y se encerró en un claustro.
En Suiza, lo mismo que en Alemania, vinieron días tenebro-
sos para la Reforma. Mientras que muchos cantones aceptaban la
fe reformada, otros se aferraban ciega y obstinadamente al credo
de Roma. Las persecuciones dirigidas contra los que aceptaban la
verdad provocaron finalmente una guerra civil. Zuinglio y muchos
de los que se habían unido con él en la Reforma sucumbieron en
el sangriento campo de Cappel. Ecolampadio, abrumado por estos
terribles desastres, murió poco después. Roma parecía triunfar y
recuperar en muchos lugares lo que había perdido. Pero Aquel cuyos
consejos son desde el siglo y hasta el siglo, no había abandonado la
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