Página 343 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Luz a través de las tinieblas
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los cielos”, para designar la obra de la gracia divina en los corazones
de los hombres.
Asimismo el trono de la gloria representa el reino de la gloria y
es a este reino al que se refería el Salvador en las palabras: “Cuando
el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con
él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; y serán reunidas
delante de él todas las gentes”.
Mateo 25:31, 32
. Este reino está aún
por venir. No quedará establecido sino en el segundo advenimiento
de Cristo.
El reino de la gracia fue instituido inmediatamente después de la
caída del hombre, cuando se ideó un plan para la redención de la raza
culpable. Este reino existía entonces en el designio de Dios y por su
promesa; y mediante la fe los hombres podían hacerse sus súbditos.
Sin embargo, no fue establecido en realidad hasta la muerte de
Cristo. Aun después de haber iniciado su misión terrenal, el Salvador,
cansado de la obstinación e ingratitud de los hombres, habría podido
retroceder ante el sacrificio del Calvario. En Getsemaní la copa del
dolor le tembló en la mano. Aun entonces, hubiera podido enjugar
el sudor de sangre de su frente y dejar que la raza culpable pereciese
en su iniquidad. Si así lo hubiera hecho no habría habido redención
para la humanidad caída. Pero cuando el Salvador hubo rendido la
vida y exclamado en su último aliento: “Consumado es”, entonces el
cumplimiento del plan de la redención quedó asegurado. La promesa
de salvación hecha a la pareja culpable en el Edén quedó ratificada.
El reino de la gracia, que hasta entonces existiera por la promesa de
Dios, quedó establecido.
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Así, la muerte de Cristo—el acontecimiento mismo que los discí-
pulos habían considerado como la ruina final de sus esperanzas—fue
lo que las aseguró para siempre. Si bien es verdad que esa misma
muerte fuera para ellos cruel desengaño, no dejaba de ser la prueba
suprema de que su creencia había sido bien fundada. El aconteci-
miento que los había llenado de tristeza y desesperación, fue lo que
abrió para todos los hijos de Adán la puerta de la esperanza, en la
cual se concentraban la vida futura y la felicidad eterna de todos los
fieles siervos de Dios en todas las edades.
Los designios de la misericordia infinita alcanzaban a cumplir-
se, hasta por medio del desengaño de los discípulos. Si bien sus
corazones habían sido ganados por la gracia divina y el poder de