Página 355 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Un gran despertar religioso
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los Estados Unidos de Norteamérica, y de paso para aquel país
predicó en la isla de Santa Elena. Llegó a Nueva York en agosto
de 1837, y después de haber hablado en aquella ciudad, predicó
en Filadelfia y Baltimore, y finalmente se dirigió a Washington.
Allí, dice, “debido a una proposición hecha por el ex presidente
John Quincy Adams, en una de las cámaras del congreso, se me
concedió por unanimidad el uso del salón del congreso para una
conferencia que di un sábado, y que fue honrada con la presencia
de todos los miembros del congreso, como también del obispo de
Virginia, y del clero y de los vecinos de Washington. El mismo
honor me fue conferido por los miembros del gobierno de Nueva
Jersey y de Pensilvania, en cuya presencia di conferencias sobre mis
investigaciones en el Asia, como también sobre el reinado personal
de Jesucristo”.
Ibíd., 398, 399
.
El Dr. Wolff visitó los países más bárbaros sin contar con la pro-
tección de ningún gobierno europeo, sufriendo muchas privaciones y
rodeado de peligros sin número. Fue apaleado y reducido al hambre,
vendido como esclavo y condenado tres veces a muerte. Fue atacado
por bandidos y a veces estuvo a punto de morir de sed. Una vez fue
despojado de cuanto poseía, y tuvo que andar centenares de millas a
pie a través de las montañas, con la nieve azotándole la cara y con
pies descalzos entumecidos por el contacto del suelo helado.
Cuando se le aconsejó que no fuera sin armas entre tribus salvajes
y hostiles, declaró estar provisto de armas: “la oración, el celo por
Cristo y la confianza en su ayuda”. “Además—decía—, llevo el amor
de Dios y de mi prójimo en mi corazón, y la Biblia en la mano”. W.
H. D. Adams,
In Perils Oft, 192
. Doquiera fuese llevaba siempre
consigo la Biblia en hebreo e inglés. Hablando de uno de sus últimos
viajes, dice: “Solía tener la Biblia abierta en mis manos. Sentía que
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mi fuerza estaba en el Libro, y que su poder me sostendría”.
Ibíd.,
201
.
Perseveró así en sus labores hasta que el mensaje del juicio
quedó proclamado en gran parte del mundo habitado. Distribuyó la
Palabra de Dios entre judíos, turcos, parsis e hindúes y entre otros
muchos pueblos y razas, anunciando por todas partes la llegada del
reino del Mesías.
En sus viajes por Bokara encontró profesada la doctrina de la
próxima venida del Señor entre un pueblo remoto y aislado. Los ára-