Página 412 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Capítulo 25—Jesucristo nuestro abogado
El asunto del santuario fue la clave que aclaró el misterio del
desengaño de 1844. Reveló todo un sistema de verdades, que for-
maban un conjunto armonioso y demostraban que la mano de Dios
había dirigido el gran movimiento adventista, y al poner de mani-
fiesto la situación y la obra de su pueblo le indicaba cuál era su
deber de allí en adelante. Como los discípulos de Jesús, después de
la noche terrible de su angustia y desengaño, “se gozaron viendo
al Señor”, así también se regocijaron ahora los que habían espe-
rado con fe su segunda venida. Habían esperado que vendría en
gloria para recompensar a sus siervos. Como sus esperanzas fuesen
chasqueadas, perdieron de vista a Jesús, y como María al lado del
sepulcro, exclamaron: “Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le
han puesto”. Entonces, en el lugar santísimo, contemplaron otra vez
a su compasivo Sumo Sacerdote que debía aparecer pronto como su
rey y libertador. La luz del santuario iluminaba lo pasado, lo presente
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y lo porvenir. Supieron que Dios les había guiado por su providencia
infalible. Aunque, como los primeros discípulos, ellos mismos no
habían comprendido el mensaje que daban, este había sido correcto
en todo sentido. Al proclamarlo habían cumplido los designios de
Dios, y su labor no había sido vana en el Señor. Reengendrados “en
esperanza viva”, se regocijaron “con gozo inefable y glorificado”.
Tanto la profecía de
Daniel 8:14
: “Hasta dos mil y trescientas
tardes y mañanas; entonces será purificado el santuario”, como el
mensaje del primer ángel: “¡Temed a Dios y dadle gloria; porque ha
llegado la hora de su juicio!” señalaban al ministerio de Cristo en
el lugar santísimo, al juicio investigador, y no a la venida de Cristo
para la redención de su pueblo y la destrucción de los impíos. El
error no estaba en el cómputo de los períodos proféticos, sino en el
acontecimiento que debía verificarse al fin de los 2.300 días. Debido
a este error los creyentes habían sufrido un desengaño; sin embargo
se había realizado todo lo predicho por la profecía, y todo lo que
alguna garantía bíblica permitía esperar. En el momento mismo en
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