Página 417 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Jesucristo nuestro abogado
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terminaba el servicio del primer departamento. Dios mandó: “No
ha de haber hombre alguno en el tabernáculo de reunión cuando él
entrare para hacer expiación dentro del santuario, hasta que salga”.
Levítico 16:17 (VM)
. Así que cuando Cristo entró en el lugar santí-
simo para consumar la obra final de la expiación, cesó su ministerio
en el primer departamento. Pero cuando terminó el servicio que se
realizaba en el primer departamento, se inició el ministerio en el se-
gundo departamento. Cuando en el servicio típico el sumo sacerdote
salía del lugar santo el día de la expiación, se presentaba ante Dios,
para ofrecer la sangre de la víctima ofrecida por el pecado de todos
los israelitas que se arrepentían verdaderamente. Así también Cristo
solo había terminado una parte de su obra como intercesor nuestro
para empezar otra, y sigue aún ofreciendo su sangre ante el Padre en
favor de los pecadores.
Este asunto no lo entendieron los adventistas de 1844. Después
que transcurriera la fecha en que se esperaba al Salvador, siguieron
creyendo que su venida estaba cercana; sostenían que habían llegado
a una crisis importante y que había cesado la obra de Cristo como
intercesor del hombre ante Dios. Les parecía que la Biblia enseñaba
que el tiempo de gracia concedido al hombre terminaría poco antes
de la venida misma del Señor en las nubes del cielo. Eso parecía
desprenderse de los pasajes bíblicos que indican un tiempo en que
los hombres buscarán, golpearán y llamarán a la puerta de la mise-
ricordia, sin que esta se abra. Y se preguntaban si la fecha en que
habían estado esperando la venida de Cristo no señalaba más bien el
comienzo de ese período que debía preceder inmediatamente a su
venida. Habiendo proclamado la proximidad del juicio, considera-
ban que habían terminado su labor para el mundo, y no sentían más
la obligación de trabajar por la salvación de los pecadores, en tanto
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que las mofas atrevidas y blasfemas de los impíos les parecían una
evidencia adicional de que el Espíritu de Dios se había retirado de
los que rechazaran su misericordia. Todo esto les confirmaba en la
creencia de que el tiempo de gracia había terminado, o, como decían
ellos entonces, que “la puerta de la misericordia estaba cerrada”.
Pero una luz más viva surgió del estudio de la cuestión del
santuario. Vieron entonces que tenían razón al creer que el fin de
los 2.300 días, en 1844, había marcado una crisis importante. Pero
si bien era cierto que se había cerrado la puerta de esperanza y