Página 438 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
restablecerlo elevando el sábado del cuarto mandamiento a su lugar
legítimo como institución conmemorativa del Creador y signo de su
autoridad.
“¡A la ley y al testimonio!” Aunque abundan las doctrinas y
teorías contradictorias, la ley de Dios es la regla infalible por la cual
debe probarse toda opinión, doctrina y teoría. El profeta dice: “Si
no hablaren conforme a esta palabra, son aquellos para quienes no
ha amanecido”.
Isaías 8:20 (VM)
.
También se da la orden: “¡Clama a voz en cuello, no te detengas!
¡eleva tu voz como trompeta! ¡declara a mi pueblo su transgresión,
a la casa de Jacob sus pecados!” Los que deben ser reconvenidos
a causa de sus transgresiones no son los que constituyen el mundo
impío, sino aquellos a quienes el Señor designa como “mi pueblo”.
Dios dice además: “Y con todo, me buscan de día en día, y tienen
deleite en aprender mis caminos, como si fuera nación que obra
justicia, y que no abandona la ley de su Dios”.
Isaías 58:1, 2 (VM)
.
Aquí se nos presenta a una clase de personas que se creen justas y
parecen manifestar gran interés en el servicio de Dios; pero la severa
y solemne censura del Escudriñador de corazones prueba que están
pisoteando los preceptos divinos.
El profeta indica como sigue la ordenanza que ha sido olvidada:
“Los cimientos de generación y generación levantarás: y serás lla-
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mado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar. Si
retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y
al sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y lo venera-
res, no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando
tus palabras; entonces te deleitarás en Jehová”.
Vers. 12-14
. Esta
profecía se aplica también a nuestro tiempo. La brecha fue hecha en
la ley de Dios cuando el sábado fue cambiado por el poder romano.
Pero ha llegado el tiempo en que esa institución divina debe ser
restaurada. La brecha debe ser reparada, y levantados los cimientos
de muchas generaciones.
Santificado por el reposo y la bendición del Creador, el sába-
do fue guardado por Adán en su inocencia en el santo Edén; por
Adán, caído pero arrepentido, después que fuera arrojado de su feliz
morada. Fue guardado por todos los patriarcas, desde Abel hasta
el justo Noé, hasta Abraham y Jacob. Cuando el pueblo escogido
estaba en la esclavitud de Egipto, muchos, en medio de la idola-