Página 47 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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La fe de los mártires
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de vida que contrastan por completo con sus hábitos y deseos, y por
esto se rebelan contra él. Aborrecen la pureza que pone de manifies-
to y condena sus pecados, y persiguen y dan muerte a quienes los
instan a reconocer sus sagrados y justos requerimientos. Por esto, es
decir, por los odios y disensiones que despiertan las verdades que
trae consigo, el evangelio se llama una espada.
La providencia misteriosa que permite que los justos sufran
persecución por parte de los malvados, ha sido causa de gran per-
plejidad para muchos que son débiles en la fe. Hasta los hay que se
sienten tentados a abandonar su confianza en Dios porque él permite
que los hombres más viles prosperen, mientras que los mejores y
los más puros sean afligidos y atormentados por el cruel poderío
de aquellos. ¿Cómo es posible, dicen ellos, que Uno que es todo
justicia y misericordia y cuyo poder es infinito tolere tanta injusticia
y opresión? Es una cuestión que no nos incumbe. Dios nos ha dado
suficientes evidencias de su amor, y no debemos dudar de su bondad
porque no entendamos los actos de su providencia. Previendo las
dudas que asaltarían a sus discípulos en días de pruebas y oscuridad,
el Salvador les dijo: “Acordaos de la palabra que yo os he dicho: No
es el siervo mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también
a vosotros perseguirán”.
Juan 15:20
. Jesús sufrió por nosotros más
de lo que cualquiera de sus discípulos pueda sufrir al ser víctima
de la crueldad de los malvados. Los que son llamados a sufrir la
tortura y el martirio, no hacen más que seguir las huellas del amado
Hijo de Dios. “El Señor no tarda su promesa”.
2 Pedro 3:9
. Él no se
olvida de sus hijos ni los abandona, pero permite a los malvados que
pongan de manifiesto su verdadero carácter para que ninguno de los
que quieran hacer la voluntad de Dios sea engañado con respecto
a ellos. Además, los rectos pasan por el horno de la aflicción para
ser purificados y para que por su ejemplo otros queden convencidos
de que la fe y la santidad son realidades, y finalmente para que su
conducta intachable condene a los impíos y a los incrédulos.
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Dios permite que los malvados prosperen y manifiesten su ene-
mistad contra él, para que cuando hayan llenado la medida de su
iniquidad, todos puedan ver la justicia y la misericordia de Dios
en la completa destrucción de aquellos. Pronto llega el día de la
venganza del Señor, cuando todos los que hayan transgredido su ley
y oprimido a su pueblo recibirán la justa recompensa de sus actos;