Página 471 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

El juicio investigador
467
De los defectos de carácter se vale Satanás para intentar dominar
toda la mente, y sabe muy bien que si se conservan estos defectos, lo
logrará. De ahí que trate constantemente de engañar a los discípulos
de Cristo con su fatal sofisma de que les es imposible vencer. Pero
Jesús aboga en su favor con sus manos heridas, su cuerpo quebran-
tado, y declara a todos los que quieran seguirle: “Bástate mi gracia”.
2 Corintios 12:9
. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de
mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Mateo
11:29, 30
. Nadie considere, pues, sus defectos como incurables. Dios
concederá fe y gracia para vencerlos.
Estamos viviendo ahora en el gran día de la expiación. Cuando
en el servicio simbólico el sumo sacerdote hacia la propiciación por
Israel, todos debían afligir sus almas arrepintiéndose de sus pecados
y humillándose ante el Señor, si no querían verse separados del
pueblo. De la misma manera, todos los que desean que sus nombres
sean conservados en el libro de la vida, deben ahora, en los pocos
días que les quedan de este tiempo de gracia, afligir sus almas ante
Dios con verdadero arrepentimiento y dolor por sus pecados. Hay
que escudriñar honda y sinceramente el corazón. Hay que deponer
el espíritu liviano y frívolo al que se entregan tantos cristianos de
profesión. Empeñada lucha espera a todos aquellos que quieran
subyugar las malas inclinaciones que tratan de dominarlos. La obra
de preparación es obra individual. No somos salvados en grupos. La
pureza y la devoción de uno no suplirá la falta de estas cualidades
en otro. Si bien todas las naciones deben pasar en juicio ante Dios,
sin embargo él examinará el caso de cada individuo de un modo tan
rígido y minucioso como si no hubiese otro ser en la tierra. Cada
cual tiene que ser probado y encontrado sin mancha, ni arruga, ni
cosa semejante.
Solemnes son las escenas relacionadas con la obra final de la
expiación. Incalculables son los intereses que esta envuelve. El
juicio se lleva ahora adelante en el santuario celestial. Esta obra
se viene realizando desde hace muchos años. Pronto—nadie sabe
cuándo—les tocará ser juzgados a los vivos. En la augusta presencia
de Dios nuestras vidas deben ser pasadas en revista. En este más que
en cualquier otro tiempo conviene que toda alma preste atención a
la amonestación del Señor: “Velad y orad: porque no sabéis cuándo
[481]