Página 480 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
De común acuerdo Satanás y su hueste culparon a Cristo de
su rebelión, declarando que si no hubiesen sido censurados, no
se habrían rebelado. Así obstinados y arrogantes en su deslealtad,
vanamente empezados en trastornar el gobierno de Dios, al mismo
tiempo que en son de blasfemia decían ser ellos mismos víctimas
inocentes de un poder opresivo, el gran rebelde y todos sus secuaces
fueron al fin echados del cielo.
El mismo espíritu que fomentara la rebelión en el cielo continúa
inspirándole en la tierra. Satanás ha seguido con los hombres la
misma política que siguiera con los ángeles. Su espíritu impera
ahora en los hijos de desobediencia. Como él, tratan estos de romper
el freno de la ley de Dios, y prometen a los hombres la libertad
mediante la transgresión de los preceptos de aquella. La reprensión
del pecado despierta aún el espíritu de odio y resistencia. Cuando
los mensajeros que Dios envía para amonestar tocan a la conciencia,
Satanás induce a los hombres a que se justifiquen y a que busquen la
simpatía de otros en su camino de pecado. En lugar de enmendar sus
errores, despiertan la indignación contra el que los reprende, como
si este fuera la única causa de la dificultad. Desde los días del justo
Abel hasta los nuestros, tal ha sido el espíritu que se ha manifestado
contra quienes osaron condenar el pecado.
Mediante la misma falsa representación del carácter de Dios que
empleó en el cielo, para hacerle parecer severo y tiránico, Satanás
indujo al hombre a pecar. Y logrado esto, declaró que las restriccio-
nes injustas de Dios habían sido causa de la caída del hombre, como
lo habían sido de su propia rebeldía.
Pero el mismo Dios eterno da a conocer así su carácter: “¡Jehová,
Jehová, Dios compasivo y clemente, lento en iras y grande en mi-
sericordia y en fidelidad: que usa de misericordia hasta la milésima
generación; que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado,
pero que de ningún modo tendrá por inocente al rebelde!”
Éxodo
34:6, 7 (VM)
.
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Al echar a Satanás del cielo, Dios hizo patente su justicia y
mantuvo el honor de su trono. Pero cuando el hombre pecó cediendo
a las seducciones del espíritu apóstata, Dios dio una prueba de su
amor, consintiendo en que su Hijo unigénito muriese por la raza
caída. El carácter de Dios se pone de manifiesto en el sacrificio
expiatorio de Cristo. El poderoso argumento de la cruz demuestra a