Página 494 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

490
El Conflicto de los Siglos
que tenía que habérselas, y reconocía la presencia y acción directas
de los espíritus malos.
Ejemplo sorprendente de su número, poder y malignidad, co-
mo también del poder misericordioso de Cristo, lo encontramos en
el relato de la curación de los endemoniados de Gádara. Aquellos
pobres desaforados, que burlaban toda restricción y se retorcían,
echando espumarajos por la boca, enfurecidos, llenaban el aire con
sus gritos, se maltrataban y ponían en peligro a cuantos se acercaban
a ellos. Sus cuerpos cubiertos de sangre y desfigurados, sus mentes
extraviadas, presentaban un espectáculo de los más agradables para
el príncipe de las tinieblas. Uno de los demonios que dominaba a
los enfermos, declaró: “Legión me llamo; porque somos muchos”.
Marcos 5:9
. En el ejército romano una legión se componía de tres
a cinco mil hombres. Las huestes de Satanás están también orga-
nizadas en compañías, y la compañía a la cual pertenecían estos
demonios correspondía ella sola en número por lo menos a una
legión.
Al mandato de Jesús, los espíritus malignos abandonaron sus
víctimas, dejándolas sentadas en calma a los pies del Señor, sumisas,
inteligentes y afables. Pero a los demonios se les permitió despe-
ñar una manada de cerdos en el mar; y los habitantes de Gádara,
estimando de más valor sus puercos que las bendiciones que Dios
había concedido, rogaron al divino Médico que se alejara. Tal era
el resultado que Satanás deseaba conseguir. Echando la culpa de la
pérdida sobre Jesús, despertó los temores egoístas del pueblo, y les
impidió escuchar sus palabras. Satanás acusa continuamente a los
[505]
cristianos de ser causa de pérdidas, desgracias y padecimientos, en
lugar de dejar recaer el oprobio sobre quienes lo merecen, es decir,
sobre sí mismo y sus agentes.
Pero los propósitos de Cristo no quedaron frustrados. Permitió a
los espíritus malignos que destruyesen la manada de cerdos, como
censura contra aquellos judíos que, por amor al lucro, criaban esos
animales inmundos. Si Cristo no hubiese contenido a los demonios,
habrían precipitado al mar no solo los cerdos sino también a los
dueños y porqueros. La inmunidad de estos fue tan solo debida a
la intervención misericordiosa de Jesús. Por otra parte, el suceso
fue permitido para que los discípulos viesen el poder malévolo de
Satanás sobre hombres y animales, pues quería que sus discípulos