Página 496 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
No hay nada que el gran seductor tema tanto como el que nos
demos cuenta de sus artimañas. Para mejor disfrazar su carácter y
encubrir sus verdaderos propósitos, se ha hecho representar de modo
que no despierte emociones más poderosas que las del ridículo y
del desprecio. Le gusta que lo pinten deforme o repugnante, mitad
animal mitad hombre.
Le agrada oírse nombrar como objeto de diversión y de burla por
personas que se creen inteligentes e instruidas.
Precisamente por haberse enmascarado con habilidad consumada
es por lo que tan a menudo se oye preguntar: “¿Existe en realidad
ente semejante?” Prueba evidente de su éxito es la aceptación general
de que gozan entre el público religioso ciertas teorías que niegan los
testimonios más positivos de las Sagradas Escrituras. Y es porque
Satanás puede dominar tan fácilmente los espíritus de las personas
inconscientes de su influencia, por lo que la Palabra de Dios nos da
tantos ejemplos de su obra maléfica, nos revela sus fuerzas ocultas y
nos pone así en guardia, contra sus ataques.
El poder y la malignidad de Satanás y de su hueste podrían alar-
marnos con razón, si no fuera por el apoyo y salvación que podemos
encontrar en el poder superior de nuestro Redentor. Proveemos cui-
dadosamente nuestras casas con cerrojos y candados para proteger
nuestros bienes y nuestras vidas contra los malvados; pero rara vez
pensamos en los ángeles malos que tratan continuamente de llegar
hasta nosotros, y contra cuyos ataques no contamos en nuestras
propias fuerzas con ningún medio eficaz de defensa. Si se les dejara,
nos trastornarían la razón, nos desquiciarían y torturarían el cuerpo,
destruirán nuestras propiedades y nuestras vidas. Solo se deleitan
en el mal y en la destrucción. Terrible es la condición de los que
resisten a las exigencias de Dios y ceden a las tentaciones de Satanás
hasta que Dios los abandona al poder de los espíritus malignos. Pero
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los que siguen a Cristo están siempre seguros bajo su protección.
Ángeles de gran poder son enviados del cielo para ampararlos. El
maligno no puede forzar la guardia con que Dios tiene rodeado a su
pueblo.
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