Página 557 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El conflicto inminente
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que por coartar las libertades del pueblo ya no se les debe obedien-
cia. ¿Por cuánto tiempo se tolerarían semejantes prédicas? ¿Pero
es acaso mayor ofensa desdeñar las leyes de los estados y de las
naciones que pisotear los preceptos divinos, que son el fundamento
de todo gobierno?
Más acertado sería que las naciones aboliesen sus estatutos y
dejaran al pueblo hacer lo que quisiese, antes de que el Legislador del
universo anulase su ley y dejase al mundo sin norma para condenar
al culpable o justificar al obediente. ¿Queremos saber cuál sería
el resultado de la abolición de la ley de Dios? El experimento se
ha hecho ya. Terribles fueron las escenas que se desarrollaron en
Francia cuando el ateísmo ejerció el poder. Entonces el mundo vio
que rechazar las restricciones que Dios impuso equivale a aceptar el
gobierno de los más crueles y despóticos. Cuando se echa a un lado
la norma de justicia, queda abierto el camino para que el príncipe
del mal establezca su poder en la tierra.
Siempre que se rechazan los preceptos divinos, el pecado deja
de parecer culpa y la justicia deja de ser deseable. Los que se niegan
a someterse al gobierno de Dios son completamente incapaces de
gobernarse a sí mismos. Debido a sus enseñanzas perniciosas, se
implanta el espíritu de insubordinación en el corazón de los niños
y jóvenes, de suyo insubordinados, y se obtiene como resultado
un estado social donde la anarquía reina soberana. Al paso que
se burlan de la credulidad de los que obedecen las exigencias de
Dios, las multitudes aceptan con avidez los engaños de Satanás. Se
entregan a sus deseos desordenados y practican los pecados que
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acarrearon los juicios de Dios sobre los paganos.
Los que le enseñan al pueblo a considerar superficialmente los
mandamientos de Dios, siembran la desobediencia para recoger
desobediencia. Rechácense enteramente los límites impuestos por la
ley divina y pronto se despreciarán las leyes humanas. Los hombres
están dispuestos a pisotear la ley de Dios por considerarla como
un obstáculo para su prosperidad material, porque ella prohibe las
prácticas deshonestas, la codicia, la mentira y el fraude; pero ellos
no se imaginan lo que resultaría de la abolición de los preceptos
divinos. Si la ley no tuviera fuerza alguna ¿por qué habría de temerse
el transgredirla? La propiedad ya no estaría segura. Cada cual se
apoderaría por la fuerza de los bienes de su vecino, y el más fuerte