Página 606 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
dado su ley con la cual hubieran podido comparar su carácter y ver
sus defectos mientras que había aún oportunidad para arrepentirse
y reformarse; pero con el afán de asegurarse el favor del mundo,
pusieron a un lado los preceptos de la ley y enseñaron a otros a
transgredirlos. Se empeñaron en obligar al pueblo de Dios a que
profanase su sábado. Ahora los condena aquella misma ley que
despreciaran. Ya echan de ver que no tienen disculpa. Eligieron
a quien querían servir y adorar. “Entonces vosotros volveréis, y
echaréis de ver la diferencia que hay entre el justo y el injusto; entre
aquel que sirve a Dios, y aquel que no le sirve”.
Malaquías 3:18
(VM)
.
Los enemigos de la ley de Dios, desde los ministros hasta el
más insignificante entre ellos, adquieren un nuevo concepto de lo
que es la verdad y el deber. Reconocen demasiado tarde que el día
de reposo del cuarto mandamiento es el sello del Dios vivo. Ven
demasiado tarde la verdadera naturaleza de su falso día de reposo y
el fundamento arenoso sobre el cual construyeron. Se dan cuenta de
que han estado luchando contra Dios. Los maestros de la religión
condujeron las almas a la perdición mientras profesaban guiarlas
hacia las puertas del paraíso. No se sabrá antes del día del juicio final
cuán grande es la responsabilidad de los que desempeñan un cargo
sagrado, y cuán terribles son los resultados de su infidelidad. Solo
en la eternidad podrá apreciarse debidamente la pérdida de una sola
alma. Terrible será la suerte de aquel a quien Dios diga: Apártate,
mal servidor.
Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la
hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno.
Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más
estrepitosos truenos. El Israel de Dios escucha con los ojos elevados
al cielo. Sus semblantes se iluminan con la gloria divina y brillan
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cual brillara el rostro de Moisés cuando bajó del Sinaí. Los malos
no los pueden mirar. Y cuando la bendición es pronunciada sobre
los que honraron a Dios santificando su sábado, se oye un inmenso
grito de victoria.
Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño
como la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al
Salvador y que a la distancia parece rodeada de oscuridad. El pueblo
de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre. En silencio solem-