Página 615 - El Conflicto de los Siglos (2007)

Basic HTML Version

La liberación del pueblo de Dios
611
y alabanza que no pueden apreciar los que nunca cayeron. Aman
mucho porque se les ha perdonado mucho. Habiendo participado
de los sufrimientos de Cristo, están en condición de participar de su
gloria.
Los herederos de Dios han venido de buhardillas, chozas, cár-
celes, cadalsos, montañas, desiertos, cuevas de la tierra, y de las
cavernas del mar. En la tierra fueron “pobres, angustiados, maltrata-
dos”. Millones bajaron a la tumba cargados de infamia, porque se
[632]
negaron terminantemente a ceder a las pretensiones engañosas de
Satanás. Los tribunales humanos los sentenciaron como a los más vi-
les criminales. Pero ahora “Dios es el juez”.
Salmos 50:6
. Ahora los
fallos de la tierra son invertidos. “Quitará la afrenta de su pueblo”.
Isaías 25:8
. “Y los llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Jehová”.
Él ha dispuesto “darles gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en
lugar del luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado”.
Isaías 62:12 (RV95)
;
61:3
. Ya no seguirán siendo débiles, afligidos,
dispersos y oprimidos. De aquí en adelante estarán siempre con el
Señor. Están ante el trono, más ricamente vestidos que jamás lo
fueron los personajes más honrados de la tierra. Están coronados
con diademas más gloriosas que las que jamás ciñeron los monarcas
de la tierra. Pasaron para siempre los días de sufrimiento y llanto.
El Rey de gloria ha secado las lágrimas de todos los semblantes;
toda causa de pesar ha sido alejada. Mientras agitan las palmas,
dejan oír un canto de alabanza, claro, dulce y armonioso; cada voz
se une a la melodía, hasta que entre las bóvedas del cielo repercute
el clamor: “Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono,
y al Cordero”. “Amén: La bendición y la gloria y la sabiduría, y
la acción de gracias y la honra y la potencia y la fortaleza, sean a
nuestro Dios para siempre jamás”.
Apocalipsis 7:10, 12
.
En esta vida, podemos apenas empezar a comprender el tema ma-
ravilloso de la redención. Con nuestra inteligencia limitada podemos
considerar con todo fervor la ignominia y la gloria, la vida y la muer-
te, la justicia y la misericordia que se tocan en la cruz; pero ni con la
mayor tensión de nuestras facultades mentales llegamos a compren-
der todo su significado. La largura y anchura, la profundidad y altura
del amor redentor se comprenden tan solo confusamente. El plan de
la redención no se entenderá por completo ni siquiera cuando los
rescatados vean como serán vistos ellos mismos y conozcan como