Página 76 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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Capítulo 5—El lucero de la reforma
Antes de la reforma hubo tiempos en que no existían sino muy
pocos ejemplares de la Biblia; pero Dios no había permitido que su
Palabra fuese destruida completamente. Sus verdades no habían de
quedar ocultas para siempre. Le era tan fácil quitar las cadenas a las
palabras de vida como abrir las puertas de las cárceles y quitar los
cerrojos a las puertas de hierro para poner en libertad a sus siervos.
En los diferentes países de Europa hubo hombres que se sintieron
impulsados por el Espíritu de Dios a buscar la verdad como un tesoro
escondido, y que, siendo guiados providencialmente hacia las Santas
Escrituras, estudiaron las sagradas páginas con el más profundo inte-
rés. Deseaban adquirir la luz a cualquier costo. Aunque no lo veían
todo con claridad, pudieron discernir muchas verdades que hacía
tiempo yacían sepultadas. Iban como mensajeros enviados del cielo,
rompiendo las ligaduras del error y la superstición, y exhortando
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a los que por tanto tiempo habían permanecido esclavos, a que se
levantaran y afirmaran su libertad.
Salvo entre los valdenses, la Palabra de Dios había quedado
encerrada dentro de los límites de idiomas conocidos tan solo por la
gente instruida; pero llegó el tiempo en que las Sagradas Escrituras
iban a ser traducidas y entregadas a gentes de diversas tierras en
su propio idioma. Había ya pasado la oscura medianoche para el
mundo; fenecían las horas de tinieblas, y en muchas partes aparecían
señales del alba que estaba por rayar.
En el siglo XIV salió en Inglaterra “el lucero de la Reforma”,
Juan Wiclef, que fue el heraldo de la Reforma no solo para Inglaterra
sino para toda la cristiandad. La gran protesta que contra Roma le
fue dado lanzar, no iba a ser nunca acallada, porque inició la lucha
que iba a dar por resultado la emancipación de los individuos, las
iglesias y las naciones.
Recibió Wiclef una educación liberal y para él era el amor de
Jehová el principio de la sabiduría. Se distinguió en el colegio por
su ferviente piedad, a la vez que por su talento notable y su profunda
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