Página 79 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El lucero de la reforma
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trabajo fuera mirado con menosprecio. La juventud se desmoralizaba
y cundía en ella la corrupción. Debido a la influencia de los frailes,
muchos eran inducidos a entrar en el claustro y consagrarse a la vida
monástica, y esto no solo sin contar con el consentimiento de los
padres, sino aun sin que estos lo supieran, o en abierta oposición con
su voluntad. Con el fin de establecer la primacía de la vida conventual
sobre las obligaciones y los lazos del amor a los padres, uno de los
primeros padres de la iglesia romana había hecho esta declaración:
“Aunque tu padre se postrase en tierra ante tu puerta, llorando y
lamentándose, y aunque tu madre te enseñase el seno en que te
trajo y los pechos que te amamantaron, deberías hollarlos y seguir
tu camino hacia Cristo sin vacilaciones”. Con esta “monstruosa
inhumanidad”, como la llamó Lutero más tarde, “más propia de
lobos o de tiranos que de cristianos y del hombre,’ se endurecían
los sentimientos de los hijos para con sus padres. Barnas Sears,
The
Life of Luther, 70, 69
. Así los caudillos papales, como antaño los
fariseos, anulaban el mandamiento de Dios mediante sus tradiciones
y los hogares eran desolados, viéndose privados los padres de la
compañía de sus hijos e hijas.
Aun los mismos estudiantes de las universidades eran engañados
por las falsas representaciones de los monjes e inducidos a incorpo-
rarse en sus órdenes. Muchos se arrepentían luego de haber dado
este paso, al echar de ver que marchitaban su propia vida y ocasio-
naban congojas a sus padres; pero, una vez cogidos en la trampa,
les era imposible recuperar la libertad. Muchos padres, temiendo la
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influencia de los monjes, rehusaban enviar a sus hijos a las universi-
dades, y disminuyó notablemente el número de alumnos que asistían
a los grandes centros de enseñanza; así decayeron estos planteles y
prevaleció la ignorancia.
El papa había dado a los monjes facultad de oír confesiones y de
otorgar absolución, cosa que se convirtió en mal incalculable. En su
afán por incrementar sus ganancias, los frailes estaban tan dispuestos
a conceder la absolución al culpable, que toda clase de criminales
se acercaba a ellos, y se notó en consecuencia, un gran desarrollo
de los vicios más perniciosos. Dejábase padecer a los enfermos y
a los pobres, en tanto que los donativos que pudieran aliviar sus
necesidades eran depositados a los pies de los monjes, quienes con
amenazas exigían las limosnas del pueblo y denunciaban la impiedad