Página 91 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El lucero de la reforma
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de “la comunión de sus padecimientos”.
Los papistas fracasaron en su intento de perjudicar a Wiclef
durante su vida, y su odio no podía aplacarse mientras que los restos
del reformador siguieran descansando en la paz del sepulcro. Por
un decreto del concilio de Constanza, más de cuarenta años después
de la muerte de Wiclef sus huesos fueron exhumados y quemados
públicamente, y las cenizas arrojadas a un arroyo cercano. “Ese
arroyo—dice un antiguo escritor—llevó las cenizas al río Avón, el
Avón al Severna, el Severna a los mares y estos al océano; y así es
como las cenizas de Wiclef son emblema de sus doctrinas, las cuales
se hallan esparcidas hoy día por el mundo entero” (T. Fuller,
Church
History of Britain
, lib. 4, sec. 2, párr. 54). ¡Cuán poco alcanzaron a
comprender sus enemigos el significado de su acto perverso!
Por medio de los escritos de Wiclef, Juan Hus, de Bohemia, fue
inducido a renunciar a muchos de los errores de Roma y a asociarse
a la obra de reforma. Y de este modo, en aquellos dos países, tan
distantes uno de otro, fue sembrada la semilla de la verdad. De
Bohemia se extendió la obra hasta otros países; la mente de los
hombres fue encauzada hacia la Palabra de Dios que por tan largo
tiempo había sido relegada al olvido. La mano divina estaba así
preparando el camino a la gran Reforma.
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