Página 180 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
Se alarmaron los sacerdotes al pensar que el vulgo iba a poder
discutir con ellos los preceptos de la Palabra de Dios y descubrir
la ignorancia de ellos. Las armas carnales de su raciocinio eran
impotentes contra la espada del Espíritu. Roma puso en juego toda
su autoridad para impedir la circulación de las Santas Escrituras;
pero los decretos, los anatemas y el mismo tormento eran inútiles.
Cuanto más se condenaba y prohibía la Biblia, mayor era el afán del
pueblo por conocer lo que ella enseñaba. Todos los que sabían leer
deseaban con ansia estudiar la Palabra de Dios por sí mismos. La
llevaban consigo, la leían y releían, y no se quedaban satisfechos
antes de saber grandes trozos de ella de memoria. Viendo la buena
voluntad con que fué acogido el Nuevo Testamento, Lutero dió
comienzo a la traducción del Antiguo y la fué publicando por partes
conforme las iba terminando.
Sus escritos tenían aceptación en la ciudad y en las aldeas. “Lo
que Lutero y sus amigos escribían, otros se encargaban de esparcirlo
por todas partes. Los monjes que habían reconocido el carácter
ilegítimo de las obligaciones monacales y deseaban cambiar su vida
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de indolencia por una de actividad, pero se sentían muy incapaces de
proclamar por sí mismos la Palabra de Dios, cruzaban las provincias
vendiendo los escritos de Lutero y sus colegas. Al poco tiempo
Alemania pululaba con estos intrépidos colportores.”—
Id.,
lib. 9,
cap. 11.
Estos escritos eran estudiados con profundo interés por ricos
y pobres, por letrados e ignorantes. De noche, los maestros de las
escuelas rurales los leían en alta voz a pequeños grupos que se
reunían al amor de la lumbre. Cada esfuerzo que en este sentido
se hacía convencía a algunas almas de la verdad, y ellas a su vez
habiendo recibido la Palabra con alegría, la comunicaban a otros.
Así se cumplían las palabras inspiradas: “La entrada de tus pa-
labras alumbra; a los simples les da inteligencia.”
Salmos 119:130
(VM)
. El estudio de las Sagradas Escrituras producía un cambio no-
table en las mentes y en los corazones del pueblo. El dominio papal
les había impuesto un yugo férreo que los mantenía en la ignorancia
y en la degradación. Con escrúpulos supersticiosos, observaban las
formas, pero era muy pequeña la parte que la mente y el corazón
tomaban en los servicios. La predicación de Lutero, al exponer las
sencillas verdades de la Palabra de Dios, y la Palabra misma, al ser