Página 182 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
satisfacía las necesidades de sus almas, y se apartaba de aquellos
que por tanto tiempo le habían alimentado con las cáscaras vacías
de los ritos supersticiosos y de las tradiciones humanas.
Cuando la persecución ardía contra los predicadores de la verdad,
ponían éstos en práctica las palabras de Cristo: “Cuando pues os
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persiguieren en una ciudad, huid a otra.”
Mateo 10:23 (VM)
. La
luz penetraba en todas partes. Los fugitivos hallaban en algún lugar
puertas hospitalarias que les eran abiertas, y morando allí, predicaban
a Cristo, a veces en la iglesia, o, si se les negaba ese privilegio, en
casas particulares o al aire libre. Cualquier sitio en que hallasen
un oyente se convertía en templo. La verdad, proclamada con tanta
energía y fidelidad, se extendía con irresistible poder.
En vano se mancomunaban las autoridades civiles y eclesiásticas
para detener el avance de la herejía. Inútilmente recurrían a la cárcel,
al tormento, al fuego y a la espada. Millares de creyentes sellaban
su fe con su sangre, pero la obra seguía adelante. La persecución no
servía sino para hacer cundir la verdad, y el fanatismo que Satanás
intentara unir a ella, no logró sino hacer resaltar aun más el contraste
entre la obra diabólica y la de Dios.
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