Página 27 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El destino del mundo predicho
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de Israel, completó la obra. Este templo resultó ser el edificio más
soberbio que este mundo haya visto. No obstante, el Señor declaró
por boca del profeta Aggeo, refiriéndose al segundo templo: “Mayor
será la gloria postrera de esta Casa que la gloria anterior.” “Sacudiré
todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y
llenaré esta Casa de gloria, dice Jehová de los Ejércitos.”
Hageo 2:9,
7 (VM)
.
Después de su destrucción por Nabucodonosor, el templo fué
reconstruído unos cinco siglos antes del nacimiento de Cristo por
un pueblo que tras largo cautiverio había vuelto a su país asolado
y casi desierto. Había entonces en Israel algunos hombres muy
ancianos que habían visto la gloria del templo de Salomón y que
lloraban al ver el templo nuevo que parecía tan inferior al anterior. El
sentimiento que dominaba entre el pueblo nos es fielmente descrito
por el profeta cuando dice: “¿Quién ha quedado entre vosotros que
haya visto esta casa en su primera gloria, y cual ahora la veis? ¿No
es ella como nada delante de vuestros ojos?”
Hageo 2:3
;
Esdras
3:12
. Entonces fué dada la promesa de que la gloria del segundo
templo sería mayor que la del primero.
Pero el segundo templo no igualó al primero en magnificencia ni
fué santificado por las señales visibles de la presencia divina con que
lo fuera el templo de Salomón, ni hubo tampoco manifestaciones
de poder sobrenatural que dieran realce a su dedicación. Ninguna
nube de gloria cubrió al santuario que acababa de ser erigido; no
hubo fuego que descendiera del cielo para consumir el sacrificio
sobre el altar. La manifestación divina no se encontraba ya entre
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los querubines en el lugar santísimo; ya no estaban allí el arca del
testimonio, ni el propiciatorio, ni las tablas de la ley. Ninguna voz
del cielo se dejaba oír para revelar la voluntad del Señor al sacerdote
que preguntaba por ella.
Durante varios siglos los judíos se habían esforzado para pro-
bar cómo y dónde se había cumplido la promesa que Dios había
dado por Aggeo. Pero el orgullo y la incredulidad habían cegado su
mente de tal modo que no comprendían el verdadero significado de
las palabras del profeta. Al segundo templo no le fué conferido el
honor de ser cubierto con la nube de la gloria de Jehová, pero sí fué
honrado con la presencia de Uno en quien habitaba corporalmente la
plenitud de la Divinidad, de Uno que era Dios mismo manifestado