Página 322 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
de la posteridad de Abrahán en Egipto (
Génesis 15:13
); los tres
días de los sueños del copero y del panadero (
Génesis 40:12-20
);
los siete años de Faraón (
Génesis 41:28-54
); los cuarenta años en
el desierto (
Números 14:34
); los tres años y medio de hambre (
1
Reyes 17:1
) [véase
Lucas 4:25
]; los setenta años del cautiverio en
Babilonia (
Jeremías 25:11
); los siete tiempos de Nabucodonosor
(
Daniel 4:13-16
); y las siete semanas, sesenta y dos semanas, y la
una semana, que sumaban setenta semanas determinadas sobre los
judíos (
Daniel 9:24-27
); todos los acontecimientos limitados por
estos períodos de tiempo no fueron una vez más que asunto profético,
pero se cumplieron de acuerdo con las predicciones.”—Bliss, págs.
74, 75.
Por consiguiente, al encontrar en su estudio de la Biblia va-
rios períodos cronológicos, que, según su modo de entenderlos, se
extendían hasta la segunda venida de Cristo, no pudo menos que
considerarlos como los “tiempos señalados,” que Dios había revela-
do a sus siervos. “Las cosas secretas—dice Moisés—pertenecen a
Jehová nuestro Dios; mas las reveladas nos pertenecen a nosotros
y a nuestros hijos para siempre,” y el Señor declara por el profeta
Amós que “no hará nada sin que revele su secreto a sus siervos los
profetas.”
Deuteronomio 29:29
;
Amós 3:7 (VM)
. Así que los que
estudian la Palabra de Dios pueden confiar que encontrarán indicado
con claridad en las Escrituras el acontecimiento más estupendo que
debe realizarse en la historia de la humanidad.
“Estando completamente convencido—dice Miller—de que toda
Escritura divinamente inspirada es útil [
2 Timoteo 3:16
]; que en
ningún tiempo fué dada por voluntad de hombre, sino que fué escrita
por hombres santos inspirados del Espíritu Santo [
2 Pedro 1:21
],
y esto ‘para nuestra enseñanza’ ‘para que por la paciencia, y por
la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza’ [
Romanos
15:4
], no pude menos que considerar las partes cronológicas de la
Biblia tan pertinentes a la Palabra de Dios y tan acreedoras a que
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las tomáramos en cuenta como cualquiera otra parte de las Sagradas
Escrituras. Pensé por consiguiente que al tratar de comprender lo que
Dios, en su misericordia, había juzgado conveniente revelarnos, yo
no tenía derecho para pasar por alto los períodos proféticos.”—Bliss,
pág 75.