Página 344 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
durante las horas desesperanzadas de aquel sábado que medió entre
su muerte y su resurrección.
Aunque el tétrico dolor dominaba a estos discípulos de Jesús,
no por eso fueron abandonados. El profeta dice: “¡Aunque more en
tinieblas, Jehová será mi luz! ... El me sacará a luz; veré su justicia.”
“Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como
el día: lo mismo te son las tinieblas que la luz.” Dios había dicho:
“Para el recto se levanta luz en medio de tinieblas.” “Y conduciré
a los ciegos por un camino que no conocen; por senderos que no
han conocido los guiaré; tornaré tinieblas en luz delante de ellos, y
los caminos torcidos en vías rectas. Estas son mis promesas; las he
cumplido, y no las he dejado sin efecto.”
Miqueas 7:8, 9
;
Salmos
139:12
;
112:4 (VM)
;
Isaías 42:16 (VM)
.
Lo que los discípulos habían anunciado en nombre de su Señor,
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era exacto en todo sentido, y los acontecimientos predichos estaban
realizándose en ese mismo momento. “Se ha cumplido el tiempo,
y se ha acercado el reino de Dios,” había sido el mensaje de ellos.
Transcurrido “el tiempo”—las sesenta y nueve semanas del capí-
tulo noveno de Daniel, que debían extenderse hasta el Mesías, “el
Ungido”—Cristo había recibido la unción del Espíritu después de
haber sido bautizado por Juan en el Jordán, y el “reino de Dios”
que habían declarado estar próximo, fué establecido por la muerte
de Cristo. Este reino no era un imperio terrenal como se les había
enseñado a creer. No era tampoco el reino venidero e inmortal que se
establecerá cuando “el reino, y el dominio, y el señorío de los reinos
por debajo de todos los cielos, será dado al pueblo de los santos del
Altísimo;” ese reino eterno en que “todos los dominios le servirán y
le obedecerán a él.”
Daniel 7:27 (VM)
. La expresión “reino de Dios,”
tal cual la emplea la Biblia, significa tanto el reino de la gracia como
el de la gloria. El reino de la gracia es presentado por San Pablo en
la Epístola a los Hebreos. Después de haber hablado de Cristo como
del intercesor que puede “compadecerse de nuestras flaquezas,” el
apóstol dice: “Lleguémonos pues confiadamente al
trono de la gra-
cia,
para alcanzar misericordia, y hallar gracia.”
Hebreos 4:16
. El
trono de la gracia representa el reino de la gracia; pues la existencia
de un trono envuelve la existencia de un reino. En muchas de sus
parábolas, Cristo emplea la expresión, “el reino de los cielos,” para
designar la obra de la gracia divina en los corazones de los hombres.