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El Conflicto de los Siglos
importantes verdades relativas al santuario celestial y a la gran obra
que se llevaba allí a cabo para la redención del hombre.
Los lugares santos del santuario celestial están representados
por los dos departamentos del santuario terrenal. Cuando en una
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visión le fué dado al apóstol Juan que viese el templo de Dios en
el cielo, contempló allí “siete lámparas de fuego ardiendo delante
del trono.”
Apocalipsis 4:5 (VM)
. Vió un ángel que tenía “en su
mano un incensario de oro; y le fué dado mucho incienso, para que
lo añadiese a las oraciones de todos los santos, encima del altar
de oro que estaba delante del trono.”
Apocalipsis 8:3 (VM)
. Se le
permitió al profeta contemplar el primer departamento del santuario
en el cielo; y vió allí las “siete lámparas de fuego” y el “altar de
oro” representados por el candelabro de oro y el altar de incienso
en el santuario terrenal. De nuevo, “fué abierto el templo de Dios”
(
Apocalipsis 11:19, VM
), y miró hacia adentro del velo interior, el
lugar santísimo. Allí vió “el arca de su pacto,” representada por el
cofre sagrado construído por Moisés para guardar la ley de Dios.
Así fué como los que estaban estudiando ese asunto encontraron
pruebas irrefutables de la existencia de un santuario en el cielo. Moi-
sés hizo el santuario terrenal según un modelo que le fué enseñado.
San Pablo declara que ese modelo era el verdadero santuario que
está en el cielo. Y San Juan afirma que lo rió en el cielo.
En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado
en juicio y en justicia. En el lugar santísimo está su ley, la gran regia
de justicia por la cual es probada toda la humanidad. El arca, que
contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propiciatorio, ante
el cual Cristo ofrece su sangre a favor del pecador. Así se representa
la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención
humana. Sólo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y
sólo el poder infinito podía realizarla; es una unión que llena todo
el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario
terrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, repre-
sentaban el interés con el cual las huestes celestiales contemplan la
obra de redención. Es el misterio de misericordia que los ángeles
desean contemplar, a saber: que Dios puede ser justo al mismo tiem-
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po que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus relaciones con
la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables
multitudes del abismo de la perdición y revestirlas con las vestiduras