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El Conflicto de los Siglos
aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permane-
cían inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico
había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de
que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete,
queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del
santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los
2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta,
nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para cumplir la
última parte de su solemne obra: la purificación del santuario.
Así como en la antigüedad los pecados del pueblo eran puestos
por fe sobre la víctima ofrecida, y por la sangre de ésta se transferían
figurativamente al santuario terrenal, así también, en el nuevo pacto,
los pecados de los que se arrepienten son puestos por fe sobre
Cristo, y transferidos, de hecho, al santuario celestial. Y así como la
purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados
con los cuales había sido contaminado, así también la purificación
real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados
registrados en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben
examinarse los registros para determinar quiénes son los que, por
su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a
los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del
santuario implica por lo tanto una obra de investigación—una obra
de juicio. Esta obra debe realizarse antes de que venga Cristo para
redimir a su pueblo, pues cuando venga, su galardón está con él,
para que pueda otorgar la recompensa a cada uno según haya sido
su obra.
Apocalipsis 22:12
.
Así que los que andaban en la luz de la palabra profética vieron
que en lugar de venir a la tierra al fin de los 2.300 días, en 1844,
Cristo entró entonces en el lugar santísimo del santuario celestial
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para cumplir la obra final de la expiación preparatoria para su venida.
Se vió además que, mientras que el holocausto señalaba a Cristo
como sacrificio, y el sumo sacerdote representaba a Cristo como
mediador, el macho cabrío simbolizaba a Satanás, autor del pecado,
sobre quien serán colocados finalmente los pecados de los verda-
deramente arrepentidos. Cuando el sumo sacerdote, en virtud de la
sangre del holocausto, quitaba los pecados del santuario, los ponía
sobre la cabeza del macho cabrío para Azazel. Cuando Cristo, en
virtud de su propia sangre, quite del santuario celestial los pecados