Página 424 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
“Hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni un tilde
pasará de la ley.”
Mateo 5:18 (VM)
. Como la ley de Dios es una
revelación de su voluntad, un trasunto de su carácter, debe permane-
cer para siempre “como testigo fiel en el cielo.” Ni un mandamiento
ha sido anulado; ni un punto ni un tilde han sido cambiados. Dice
el salmista: “¡Hasta la eternidad, oh Jehová, tu palabra permanece
en el cielo!” “Seguros son todos sus preceptos; establecidos para
siempre jamás.”
Salmos 119:89
;
111:7, 8 (VM)
.
En el corazón mismo del Decálogo se encuentra el cuarto man-
damiento, tal cual fué proclamado originalmente: “Acordarte has del
día del Sábado, para santificarlo. Seis días trabajarás, harás toda tu
obra; mas el séptimo día será Sábado a Jehová tu Dios: no hagas
obra ninguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija; ni tu siervo, ni tu criada; ni tu
bestia, ni tu extranjero, que está dentro de tus puertas: porque en seis
días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que
en ellos hay; y en el día séptimo reposó: por tanto Jehová bendijo el
día del Sábado, y lo santificó.”
Éxodo 20:8-11 (V. Valera)
.
El Espíritu de Dios obró en los corazones de esos cristianos que
estudiaban su Palabra, y quedaron convencidos de que, sin saberlo,
habían transgredido este precepto al despreciar el día de descanso
del Creador. Empezaron a examinar las razones por las cuales se
guardaba el primer día de la semana en lugar del día que Dios
había santificado. No pudieron encontrar en las Sagradas Escrituras
prueba alguna de que el cuarto mandamiento hubiese sido abolido o
de que el día de reposo hubiese cambiado; la bendición que desde
un principio santificaba el séptimo día no había sido nunca revocada.
Habían procurado honradamente conocer y hacer la voluntad de
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Dios; al reconocerse entonces transgresores de la ley divina, sus
corazones se llenaron de pena, y manifestaron su lealtad hacia Dios
guardando su santo sábado.
Se hizo cuanto se pudo por conmover su fe. Nadie podía dejar de
ver que si el santuario terrenal era una figura o modelo del celestial,
la ley depositada en el arca en la tierra era exacto trasunto de la
ley encerrada en el arca del cielo; y que aceptar la verdad relativa
al santuario celestial envolvía el reconocimiento de las exigencias
de la ley de Dios y la obligación de guardar el sábado del cuarto
mandamiento. En esto estribaba el secreto de la oposición violenta
y resuelta que se le hizo a la exposición armoniosa de las Escrituras