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El Conflicto de los Siglos
conociesen al enemigo al que iban a afrontar, para que no fuesen
engañados y vencidos por sus artificios. Quería, además, que el
pueblo de aquella región viese que él, Jesús, tenía el poder de romper
las ligaduras de Satanás y libertar a sus cautivos. Y aunque Jesús
se alejó, los hombres tan milagrosamente libertados quedaron para
proclamar la misericordia de su Bienhechor.
Las Escrituras encierran otros ejemplos semejantes. La hija de
la mujer sirofenicia estaba atormentada de un demonio al que Jesús
echó fuera por su palabra.
Marcos 7:26-30
. “Un endemoniado, ciego
y mudo” (
Mateo 12:22
); un joven que tenía un espíritu mudo, que a
menudo le arrojaba “en el fuego y en aguas, para matarle” (
Marcos
[570]
9:17-27
); el maníaco que, atormentado por el “espíritu de un demo-
nio inmundo” (
Lucas 4:33-36
), perturbaba la tranquilidad del sábado
en la sinagoga de Capernaum—todos ellos fueron curados por el
compasivo Salvador. En casi todos los casos Cristo se dirigía al
demonio como a un ser inteligente, ordenándole salir de su víctima y
no atormentarla más. Al ver su gran poder, los adoradores reunidos
en Capernaum se asombraron, “y hablaban unos a otros, diciendo:
¿Qué palabra es ésta? que con autoridad y potencia manda a los
espíritus inmundos, y salen.”
Lucas 4:36
.
Se representa uno generalmente aquellos endemoniados como
sometidos a grandes padecimientos; sin embargo había excepciones
a esta regla. Con el fin de obtener poder sobrenatural, algunas perso-
nas se sometían voluntariamente a la influencia satánica. Estas, por
supuesto, no entraban en conflicto con los demonios. A esta cate-
goría pertenecen los que poseían el espíritu de adivinación, como
los magos Simón y Elimas y la joven adivina que siguió a Pablo y a
Silas en Filipos.
Nadie está en mayor peligro de caer bajo la influencia de los
espíritus malos que los que, a pesar del testimonio directo y positivo
de las Sagradas Escrituras, niegan la existencia e intervención del
diablo y de sus ángeles. Mientras ignoremos sus astucias, ellos
nos llevan notable ventaja; y muchos obedecen a sus sugestiones
creyendo seguir los dictados de su propia sabiduría. Esta es la razón
por la cual a medida que nos acercamos al fin del tiempo, cuando
Satanás obrará con la mayor energía para engañar y destruir, él
mismo propaga por todas partes la creencia de que no existe. Su
política consiste en esconderse y obrar solapadamente.