Página 50 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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Capítulo 3—Una era de tinieblas espirituales
El apóstol Pablo, en su segunda carta a los Tesalonicenses, pre-
dijo la gran apostasía que había de resultar en el establecimiento del
poder papal. Declaró, respecto al día de Cristo: “Ese día no puede
venir, sin que venga primero la apostasía, y sea revelado el hombre
de pecado, el hijo de perdición; el cual se opone a Dios, y se ensalza
sobre todo lo que se llama Dios, o que es objeto de culto; de modo
que se siente en el templo de Dios, ostentando que él es Dios.”
2
Tesalonicenses 2:3, 4 (VM)
. Y además el apóstol advierte a sus
hermanos que “el misterio de iniquidad está ya obrando.”
Vers. 7
.
Ya en aquella época veía él que se introducían en la iglesia errores
que prepararían el camino para el desarrollo del papado.
Poco a poco, primero solapadamente y a hurtadillas, y después
con más desembozo, conforme iba cobrando fuerza y dominio sobre
los espíritus de los hombres, “el misterio de iniquidad” hizo progre-
sar su obra engañosa y blasfema. De un modo casi imperceptible
las costumbres del paganismo penetraron en la iglesia cristiana. El
espíritu de avenencia y de transacción fué coartado por algún tiempo
por las terribles persecuciones que sufriera la iglesia bajo el régimen
del paganismo. Mas habiendo cesado la persecución y habiendo
penetrado el cristianismo en las cortes y palacios, la iglesia dejó a un
lado la humilde sencillez de Cristo y de sus apóstoles por la pompa y
el orgullo de los sacerdotes y gobernantes paganos, y substituyó los
requerimientos de Dios por las teorías y tradiciones de los hombres.
La conversión nominal de Constantino, a principios del siglo cuarto,
causó gran regocijo; y el mundo, disfrazado con capa de rectitud,
se introdujo en la iglesia. Desde entonces la obra de corrupción
progresó rápidamente. El paganismo que parecía haber sido vencido,
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vino a ser el vencedor. Su espíritu dominó a la iglesia. Sus doctrinas,
ceremonias y supersticiones se incorporaron a la fe y al culto de los
que profesaban ser discípulos de Cristo.
Esta avenencia entre el paganismo y el cristianismo dió por re-
sultado el desarrollo del “hombre de pecado” predicho en la profecía
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